Un ateo que marca la «X» para la Iglesia Católica

DOCU_GRUPO26 de noviembre de 2010

 

Si es reprochable empezar hablando de uno mismo, también será esclarecedor decir de entrada que mi pensamiento y mi vida discurren ajenos a los dioses, en general, y al Dios de los católicos en particular. No comulgué ni fui  confirmado, me casé por lo civil, mis dos hijos no fueron bautizados y han estudiado en escuelas laicas, como su padre. Por lo breve, digo, ni soy católico ni aguardo orientación de ninguna fe religiosa, la que fuere. ¿A qué viene, entonces, mi chocante postura de destinar la X del IRPF a la Iglesia Católica?

Algunos la tildarán de gracieta simplona, otros de contradicción incomprensible, de inane provocación, etc. Nada opongo a tales opiniones, menos aún si sustentan la idea, más o menos refinada, de que seré aproximadamente un gilipollas. Pero si alguien desea curiosear en por qué un ateo marca su X a favor de la Iglesia, quizá le interesen mis tres razones principales:

1ª. Ante las privaciones de muchos seres humanos (no solo en países subdesarrollados), es natural fomentar la ayuda y la cooperación. Que se describan con palabras como solidaridad, compasión, justicia o caridad es lo de menos; lo crucial es canalizarlas a través de organizaciones eficientes. Ya sé que existen las recientes criaturas llamadas oenegés, pero ¿cómo negar el papel histórico de las misiones católicas y de Cáritas en ese terreno? No estableceré un ranking de altruismo, pero yo, siendo ateo, dudo que los recursos administrados por la Iglesia sean desdeñables o necesariamente sustituibles: voto por mantenerlos.

2ª. Para explicar la idea de Europa -y no digamos la de España- a un extraterrestre, sería imposible obviar el catolicismo. Entre nosotros, terrícolas, sería fatigoso desgranar su legado intelectual, arquitectónico, ético y artístico. Asistí recientemente a la misa dominical en un convento de clarisas, con su olor inefable a musgo e incienso. A mediodía, las monjas ocupan un coro, allá por el ábside; los fieles llenan la pequeña nave y el cura lee sugestivos textos, y lo hace bien, y por un momento me siento parte de algo más grande y más permanente que yo, algo que sosiega la respiración y atempera el pulso, sin necesidad de lapidar a nadie. Y luego visité otra iglesia, donde se cantaban bellísimas habaneras de tema religioso. Voto por ese espíritu de paz y concordia, aunque yo no sea creyente.

3ª. Justo por no serlo, me parece inexplicable el furor obsesivo por bajar los crucifijos de los colegios. No veo qué daño causan los símbolos de una fe que no me asiste, pero sí ilustra mi paisaje histórico y emocional. Me espanta el fanático que se jacta de clausurar escuelas católicas o quemar frailes. No concibo que un absurdo revanchismo haga saludar a gobernantes infames como Chávez y ningunear al Papa, líder espiritual de muchos compatriotas.

A mi juicio de ateo, es lógico y deseable que el Estado sea laico, pero sucede que España no lo es. Hay vida inteligente fuera del Estado, así que pongo la X para la Iglesia Católica, no vaya a ser que algún insensato la destine a construir mezquitas y tengamos que resucitar a don Juan de Austria.

4 comentarios en “Un ateo que marca la «X» para la Iglesia Católica

  1. Me ha gustado y mucho su articulo «un ateo que marca la «x»….», pèro lo que no me ha gustado es el uso que hacen del mismo en las redes sociales, diciendo que fue publicado ayer o anteayer y encima lo han «retocado». Y para un aprendiz de historiador, eso no está bien: me ha llegado por WhatsApp. y tendria mucho gusto en hacérselo llegar si supiese como. Reciba mi respeto y consideración..

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    • Le agradezco el comentario, aunque no me constaba otra ‘reedición’ del artículo. Lo cierto es que lo escribí en un arranque allá por 2010, sin imaginar que se convertiría en la piedra que agita el estanque y causa ondas con afán de reverberación. Me consta que numerosas páginas web -la mayoría de inspiración católica- lo relanzan cuando les parece/conviene, fenómeno que solo voy a glosar con 2 trazos.

      El primero, y fundamental, es que me ratifico textualmente con todo lo que escribí. Acontecimientos posteriores han venido a subrayar que los católicos son especie amenazada. (No me refiero a la jerarquía católica; ésa ya sabe defenderse sola.)

      El segundo es que todo artículo recibe varias capas de maquillaje. Empieza la errata, una gripe para la que no se ha inventado vacuna. Prosiguen los correctores, los lectores, los difusores, etc, hasta el punto de que ni el autor se reconoce. Circula una afamadísimo texto sobre la mediocridad española que es conspicuamente atribuido a Forges, el humorista, aunque en realidad lo escribió David Jiménez, el periodista. Ambos se han cansado de desmentirlo y tmo que la cosa no tenga remedio.

      Termino con un asunto fundamental: el destino de los impuestos. Nos enseñaron que rige el principio de ‘caja única’, según el cual los impuestos van a un fondo común para que el parlamento/gobierno decida a su criterio. Suena bien, pero luego viene la terca realidad a chafarlo y uno acaba dudando si no es preferible un método finalista. Pues bien, en esa línea, si se trata de gestionar fondos para ‘solidaridad’, prefiero muy mucho que lo haga Cáritas: saben de lo que hablan. De hecho, cuando los de izquierdas quieren subrayar lo mal que está todo, recurren a los informes de Cáritas.

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  2. Estimado José Manuel:
    Es un tanto paradójico que nos veamos contrastando opiniones aquí y no nos crucemos en años en un lugar de trabajo, pero quizás sea mejor así en cuanto al escenario de reflexión.
    Por casualidad he llegado a leer tu comentario por otro medio. Al margen del objeto concreto del artículo, me parece muy conveniente la cuestión esencial de fondo: qué se debe hacer con un patrimonio intelectual, espiritual y cultural. O, dicho de otro modo, hablamos de la capacidad de abstracción de las personas civilizadas para separar lo valioso de lo censurable. Efectivamente, los españoles vienen renunciando a una riqueza filosófica y a unos valores sofisticados que su país – sea lo que sea esto – ha producido de modo especial para el resto del mundo. Hay aspectos muy interesantes que entresacar de todos ellos, independientemente de las creencias, que no tienen que ver con las nociones superficiales que la gente y la propia Iglesia mantienen sobre la religiosidad, la teología, la moral, el derecho o el arte.
    Hacer cruces o hacerse de cruces, o crucificar a la gente es un deporte nacional, pero estaría bien que la gente lo substituyera o lo compaginara con la reflexión y la información sobre su medio.
    Se te agradece defender algunas de estas cosas.
    Un saludo.

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    • Acabo de ver unas declaraciones de un líder ecológico-izquierdista austriaco. No es que me fíe mucho de los subtítulos, en fin, pero la cuestión que plantea es la «islamofobia» y una solución que ofrece es que TODAS las mujeres europeas, sean o no musulmanas, se calcen el pañuelito de marras «por solidaridad».

      No se me ocurre idea más imbécil. Hay que ser cenutrio (en un territorio alpino y por tanto bien oxigenado) para retroceder siete siglos, o más, renegando del avance sociológico, científico, ético, cívico y hasta religioso que viene acompañando al cristianismo en época reciente. Resulta que hay que rendir la cerviz ante el Islam, pero no al de Córdoba -la mítica-, no al de la escuela de Salerno, qué va, sino ante la purria infecta de barbudos enojados y momias andantes.

      Hace unos días asistí a un recital de música religiosa en una iglesia de Torrelavega. Algún incauto se sorprendió e incautamente vino a decirme que soy un ateo muy raro. En efecto, soy tan raro que pongo el ‘Réquiem’ de Mozart y el ‘Magnificat’ de Charpentier y obras religiosas de Sviridov, en mi consulta. Y algo en ellas me dice -algo inmarcesible, huidizo, bellísimo- que a sus autores no les hizo ningún daño sentir una presencia divina ni abrigar la fe en una vida trascendente.

      Siendo ateo, me llama la atención que el cristianismo erige un hombre ‘a imagen y semejanza de Dios’, es decir un hombre excelso, dignísimo, solemne en su afán de elevación. Mientras que el Islam (Islam significa sometimiento) propugna una criatura ínfima y sojuzgada. El cristianismo insufla queroseno en los cohetes que irán a Marte y el Islam ofrece una eterna postración en un desierto físico y moral. ¡Joder, visto así no me cuesta admitir que soy islamófobo!

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