La brújula y el vademécum

timthumbMartes, 25 de febrero de 2014 

 

En una Europa asolada por la peste y la guerra, un espigado caballero juega al ajedrez con la Muerte para aplazar su cita definitiva. En ese tenebroso tapiz bergmaniano, ¿qué nos aterroriza más, la cadavérica contrincante o los campos ennegrecidos sin refugio ni esperanza? Cada cual sabrá, pero en la Partida te darán jaque mate por más farruco que te pongas.

Mientras te ves sano y de humor, el trance parece remoto y te suena medio a cuchufleta. Así, en la lucha libre mexicana te la pasas lindo con las cabriolas del luchador cuyo apodo es ´La Parca’. En lo que te triscas una Negra Modelo casi helada -rugiendo en la grada los hinchas de Técnicos y Rudos-, la muerte parece una caricatura inofensiva y jovial. Mas ¡ay del tropezón! Un obrero metalúrgico se cae a la colada y hay que enterrarlo con el caldero. Resbala un neumático sobre una boñiga y te desmorras contra la tapia donde colgarán flores por ti. Vas a comprar la prensa, la ciclogénesis tumba un árbol pocho y quedas más plano que el coyote del correcaminos.

Todo eso nos habla de la fragilidad, de irse al patatal derecho y sin pasar por casa. Y de todo eso, de esa finitud sorpresiva de la carne mortal, el médico no puede decir gran cosa, salvo el forense, que certifica la puñalada traicionera del Seacabó. Pero sucede que, encima, el médico tampoco sabe nada de la muerte acarreada por la enfermedad crónica. Observa el sufrir en lentitud, se percata del tictac asqueroso e inexorable del morirse, por supuesto, pero no sabe con precisión cuándo ni cómo será el desenlace, y desde luego no sabe nada -lo que es nada- de lo que venga después, si es que viene algo.

Puede concebirlo como el escudero de El séptimo sello, respondiendo a las angustias metafísicas de su señor con un: ‘Precipítate en la negra nada’. Puede tal vez intuirlo como los poetas, o sentirlo como Fauré en su Réquiem. Puede elucubrar y debatirlo al modo de filósofos, sacerdotes, soldados o algún camionero, pero no se lo figura con más hondura ni, desde luego, con más autoridad.

Por su oficio, el médico sabe de la vida, de cómo preservarla más tiempo, aplacando las dentelladas de la enfermedad, pero de la muerte solo sabe que es la Enemiga y la Enemiga nunca es digna, oportuna ni aceptable: es solo la hideputa que está enfrente. Zurupeto llaman los académicos al que ejerce una profesión sin estar cualificado; pues bien, zurupeto es el galeno que equivoca su trinchera y pontifica sobre la muerte y aun se enfrasca en el oxímoron ‘muerte digna’. ¡Solo la vida es digna, hombre! Al médico le corresponde (entre otros, y no es poco) procurar que lo sea en su máxima plenitud.

De ahí nace alguna fruslería sobre la eutanasia. Por su sentido etimológico, la eutanasia no es un acto concreto ni un procedimiento específico, y por lo tanto no pertenece a la praxis médica ni a ninguna disciplina en particular. Es un valor abstracto, como la Libertad, el Amor Fraterno, la Justicia o la Belleza. Es la aspiración antropológica de que el trance de morir sea lo menos repulsivo que podamos, una querencia universal que los ‘illuminati’ vienen a joder. Esta secta lo mismo funda el Ministerio de Igualdad que confunde la eutanasia -noble pretensión- con el acto primario y bajuno de provocar la muerte ipso facto, deliberadamente. Y se adhieren a códigos degenerados donde semejante acto se le atribuye al médico, como si su misión social fuera la de un verdugo bondadoso cuyo fonendoscopio lo exonera de culpas.

A diferencia de un mero oficio, una profesión se define por su exigencia deontológica. Si el médico abdica de su estricto marco ético, olvidando que lo suyo es la vida y no la muerte, ¿con qué cara va a defender su prestigio? Si el médico se entrega a las huestes de la aniquilación, en vez de abanderar la esperanza, ¿qué enfermo le dispensará respeto y confianza? Si lo mismo vale para un roto que para un descosido, ¿qué es, en el fondo, un médico? Me enseñó un maestro que los enfermos no siempre quieren vivir más años, sino mejores años, eso que hoy llaman ‘calidad de vida’; pues incluso en esa noción va la palabra vida y no comparece la muerte. Médico es el que estudia la vida para enriquecerla; médico, el que acepta que la muerte está en el horizonte, pero lo suyo es el campo que lo precede; médico, quien habla de esperanza y a ella se aferra, incluso un punto por encima de lo ‘razonable’, porque para fallecer siempre hay tiempo.

2 comentarios en “La brújula y el vademécum

  1. … «Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,
    lame el suelo buscando difuntos,
    la muerte está en la escoba,
    es la lengua de la muerte buscando muertos,
    es la aguja de la muerte buscando hilo» …
    Como Neruda lo plantea de acuerdo con el y de acuerdo con usted. Nadie sabe de la muerte y es q cuando tomas tus primeras lecciones de medicina tienes la ingenua idea de q entenderás como se da la vida como se desarrollara y también como termina … A 13 años de formación médica (que se que son pocos) me doy cuenta que no tengo ni idea de como explicar como se lleva la vida y mucho menos explicar como que es la muerte y entonces es ahí donde tengo dos opciones: o comienzo a darle vueltas a la cabeza a entender médicamente el ciclo de vida-muerte lo cual nunca lo he logrado o en su defecto concluyo que de la vida y la muerte lo que se es es el resultado todo menos de lo q aprendí en un salón de clases. Por eso es que el hecho de que neruda se contenta con describir la muerte alejándola de toda realidad, llevándose por la intuición que genera en él ;asociandolos con sus sentimientos y emociones expresándolas claramente a lo largo del poema: «Solo la muerte» . Me hace darme cuenta que hay q ver esos dos procesos sin buscarle una explicación . Excelente escrito ; ) … Y que es un medico????? Creo qué pensaré más en esta respuesta jaja !! Buen día !!! ; )

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  2. A Gustavo Catalán, un amable contertulio que suele dejarse caer por aquí, le oír decir una vez en público que las enfermas no quieren vivir a toda costa, sino vivir con calidad de vida. Estoy totalmente de acuerdo, pero incluso en la noción «calidad de vida» va la palabra vida y no comparece la muerte. Médico es el que estudia la vida para enriquecerla; médico es el que acepta que la muerte está en el horizonte, pero lo suyo es la vastedad que lo precede; médico es quien habla de esperanza y a ella se aferra, incluso quizás un punto por encima de lo «razonable», porque para fallecer siempre hay tiempo.

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