Amigos para siempre

Domingo, 22 de febrero de 2015

Experimentos-de-biologia-para-ninos-1Hasta mi reciente dimisión por desgracias que no empañarán este artículo, durante 20 años he sido Tutor de Médicos Residentes. De los 9 oncólogos que trabajan en Valdecilla, 6 han sido “alumnos” míos. Tuve asimismo el honor de colaborar en la formación de otros 14 oncólogos repartidos por toda España. Afirmo con orgullo que trabajar con y para ellos ha sido la cumbre de mi carrera.

Un buen amigo, conocedor del paño, me alaba la dimisión, no por los motivos precipitantes, sino porque ya he dejado un estilo que ahondará en mi plan. ¿Cuál fue, mi plan? Muy fácil: que “mis” Residentes fueran mejores que yo y llegaran a donde yo no sabría llegar. Siendo yo un interno pipiolo en Madrid, tuve un Residente de otra especialidad que me pidió ayuda para cambiarse a Oncología; no era fácil ni me granjeó parabienes, pero lo hice, y aquel chaval ocupó en su día mi plaza y hoy es uno de los jefazos que me distingue con su gratitud.

La Tutoría origina sinsabores, claro, porque hay problemas gordísimos que desbordan tu madurez cerebral, pero a veces… A veces adquieres la convicción irrefutable de que tú lograste (sí, hombre; tú, sin falsa modestia) encauzar lo que marcaba ruina. Tú rescataste a alguien del ostracismo para abrirle un devenir profesional espléndido. Habrá pocos chutes menos gratificantes. Mi amigo Roberto, jubilado de lides docentes, dice: “¡Menudo salario aplazado!”

Del llamado “Juramento Hipocrático”, que ni es hipocrático ni compromete a nada, solo me conmueve la ordenanza de enseñar lo que sabes al que viene detrás. Yo he tenido grandes, muy grandes profesores, figúrense cuántos desde el primero (en 5º de EGB) hasta la última (en el Instituto de Empresa, a mis 50 años). No perpetraré una lista abrumadora para el lector e injusta para los que se me olvidaran. ¿Cómo empecé de Tutor? Viendo qué hacían ellos, qué les hacía especiales, e imitándoles sin pagar copyright.

Les copié la que me parece su principal virtud: burlarse de la pamema de que se puede dominar algo y al tiempo no saber explicarlo. Hum. El que de verdad comprende un asunto y sabe hincarle el diente, por narices será capaz de desmenuzarlo y hacérselo comprensible a otros. No cabe aferrarse a la socorrida excusa de que “esto es muy complejo”, sino apechugar con la tarea de digerir la complejidad y exponerla con la máxima claridad posible. Los maestros simplemente limpian la hojarasca del camino que ellos tuvieron que recorrer antes, sin desenfocar la pequeña luz al fondo.

Imité también su hábito de empezar siempre con dos preguntas, apenas dos. La primera, muy elemental pero imprescindible: “¿Qué?” ¿De qué hablamos, cuál es la naturaleza exacta de la cosa, la careta precisa del problema? La segunda pregunta, el colmo del refinamiento: “¿Por qué?” ¿Por qué dices lo que dices y haces lo que haces? Parafraseando a Matisse, te tiras la vida aprendiendo a pintar como un niño, cuando todo se resume en darle color a una pared. Hay que meter el bisturí del niño. ¿Por qué, papá, por qué? Esa pregunta, tan inocente, tan irritante, es la que le repito a un excelente alumno de Medicina que viene ahora por mi consulta. Él se descojona de la risa, pues nunca tuvo que responderla tantas veces y le hace gracia, claro, pero resulta que está aprendiendo lo que jamás olvidará: un método.

Un buen profesor de golf, viendo el penoso desempeño de su alumno, mientras refrena las carcajadas (a saber cómo), detecta 7.583 chapuzas garrafales. Las nota enseguida, pero no intenta corregirlas todas de golpe, no: así nos llevaría de cabeza a la parálisis por análisis. Lo que hace es seleccionar 3 o 4 que son, misteriosamente, las más trascendentes y a la vez las más fáciles de corregir. Entonces, carcajadas aparte, el alumno siente que progresa y se verifica que la enseñanza no es un oficio banal, sino un arduo proceso racional que ayuda a ordenar la mente ajena. El alumno observa y escucha, un poco por aquí, un poco por allá; lee algo, repite la pregunta de marras tres veces más, estudia algún detalle adicional, et voilà! Algo surge, algo sólido, una rama fuerte donde colgar las bolas de Navidad.

En la cima, donde solo llegan los gigantes, aguarda la pregunta del millón. ¿Y si fuera de otra manera? ¿Y si estuviéramos aceptando ideas falsas? ¿Qué tal si pensamos y actuamos de otra forma? ¿Por qué –otra vez por qué- van a tener razón los que creen que la tienen? Los que se interrogan así, los heterodoxos, los excéntricos, se reconocen por abrazar una máxima indeleble: “Del error se sale, se acaba saliendo; de la confusión, no”. ¡Qué orgullo haber ilustrado así a unos colegas que, encima, son personas extraordinarias! Los cantamañanas que promovieron mi dimisión ignoran el inmenso regalo que me han hecho: retirarme en la gloria, no como ese cantante momificado que enroscaba bombillas para vender lotería navideña.

12 comentarios en “Amigos para siempre

  1. Gracias a ti Jose, por todo…

    Aunque espero y deseo que esto no sea una despedida, más allá de la ya manifestada en relación con la tutoría de RESIDENTES…q no así de compañeros…

    Un abrazo,

    Carlos López López

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  2. He renegado de la Tutoría como función INSTITUCIONAL, y lo mismo haré con cualquier OTRA tarea relacionada con ese engendro; en concreto, declino toda cooperación con ninguna jefatura, sub-jefatura, prefectura, sinecura, medio-cura, sub-terfugio, semi-tarea o entre-metida. Uno de los motivos, quizá el más hondo, es justamente el deseo de que la bazofia orgánica y administrativa no se inmiscuya (o lo haga lo menos posible) en las relaciones humanas.

    Allí donde yo trabaje, se beberá café a media mañana, y en el café se hablará de cine, libros, putas y otros vicios, pero NO de Medicina, y mucho menos de esa vertiente soez a la que llaman «gestión». (Quizá la gestión no lo sea como tal, pero se la encargan a individuos que estarían mejor uncidos a un carro.)

    Los que tengan la desventura de cruzarse conmigo, Residentes o no, seguirán recibiendo la misma versión de siempre. Eso sí, hasta la fecha hablaba bien de Valdecilla y en lo sucesivo no lo haré; ni bien ni mal, como corresponde a aquello que te resulta ajeno. Ese proceso mental se llama enajenación y no me parece que sea siempre malo.

    Llevaba en Valdecilla desde 1992 y creía que era mi casa, pero en los últimos 3 años he recibido 36 patadas en la boca y ya se me han inflado las encías. Llevo 1 mes en la Clínica Mompía -que no era mi casa y quizá nunca lo sea- y me tratan con normalidad, coño, simplemente con normalidad. ¡Joder, es más que suficiente! El café, por otra parte, es cojonudo.

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    • El de enfermería es horrible, por eso bebo colacao… Queda por esta y otras vías el agradecimiento José, aunque todos los días recibamos el ATPC de rigor, como dijo mi paisano Nicomedes Santacruz «a cocachos aprendí mi labor de colegial en el colegio fiscal del barrio donde nací… «, gracias.

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  3. Querido DOCTOR (con myúculas) López Vega. Aplaudo sin condiciones ni reservas, aunque con tristeza, su valiente decisión de mandar a tomar por retambufa a tanto incompetente, cuan logrero/oportunista/trepa como los que han copado por dactilar asalto el puente de MANDO – que no de DIRECCIÓN que es otra cosa – y los que poniendo el ojete aspiran a formar parte de ese mefítico Universo. Con tristeza, porque como usuaria del Servicio Publico de Salud en Cantabria, me veré privada de la atención de un PROFESIONAL (también con mayúsculas) competente, si tuviera la desgracia de precisar de sus públicamente reconocidas capacidades. Me temo que, de seguir el pandero en las manos actuales,me privarán de muchos más dignos profesionales que difícilmete se pueden sentir estmulados bajo el MANDO de esta panda/banda. Deseo que los contactos y conversaciones que en el futuro sostenga Ud. con sus colegas en torno a la cafetera del hospital le sean gratificantes tanto en los temas que apunta como en otros. Y me satisfaría enormemente conocer por su boca/ pluma/ordenata, que en su trabajo en Valdecilla – veo que ahora firma desde Mortera – con sus colegas que sean merecedores por su integridad, continue intercomunicando con ellos, y si me lo permite volcando el ellos, los respectivos conocimientos, ensayos, esperiencias que tiene acumulados o pueda acumular en su especialidad de Oncología. Quizá pueda ser este un ruego dictado por el egoismo, que también, pero créame que lo formulo en defensa de unos posibles clientes que también son víctimas del despotismo iletrado que nos gobierna. Escrito lo anterior, y por no rehacer el conjunto de la nota lo añado como final, se me ocurre que quizá los «pacientes» no somos tan inocentes de las arbitrariedades de los sátrapas, pues estos no son sino la mano en la Sanidad de otros de igual calaña que fueron elegidos por los hoy machacados. Atentamente, Genoveva Perez

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    • Genoveva, yo seguiré trabajando en Valdecilla, la que siempre consideré no ya mi casa, sino el mismísimo Olimpo. Eso sí, lo haré como médico de la puta base, como decían antaño los militantes de izquierdas, de momento en la consulta externa de Oncología Médica. (Digo de momento porque ya recibí alguna vez la amenaza de ser enviado «a la planta», como si fuera Siberia.)

      Esto significa que declino TODA forma de integración o contemporización con lo que dijéramos «estructuras directivas», y eso empieza por renunciar a TODO cargo, subcargo o intracargo del que se derivase la mínima cortapisa o sometimiento personal. En los últimos 3 años, dichas «estructuras» me han dispensado un trato de estricta gobernanta y han llegado a desgajar mi cerebro: Valdecilla ya no es mi casa, sino la empresa donde trabajo por las mañanas. Ni más ni menos.

      Ya puesto a elegir (aunque mi mujer dice que es un tanto pueril, y suele tener razón), ahora no me da la gana de que mi nombre se vincule con esa empresa. Prefiero hacerlo con la OTRA empresa, donde trabajo algunas tardes. Nunca fue mi casa y sospecho que algún día me dirán que nunca lo será, pero me tratan no solo considerada, sino muy razonablemente. ¿Se puede pedir más?

      Hay gente que de la Medicina hace una trinchera y se siente en la puta guerra y pisotea a la gente por sus elevadísimos objetivos (militares, por supuesto). Hay gente así y quizá sean necesarios, como dicen los naturalistas de los mosquitos veraniegos, pero me rsisto a formar parte de sus manejos. Cuando yo voy a trabajar, no voy a una guerra. No de ma la gana. Gracias por tus comentarios. A ver si un día de estos compartimos un pacífico café.

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  4. Qué puedo decir mi apreciado Jose Manuel. Me ha gustado tu artículo de despedida/bienvenida como todos los que tu escribes poniendo los puntos sobre las ies y a cada uno en su sitio. Siento que hayas tenido que dejar nuestra Casa de Salud. Imagino que habrá sido una decisión provocada y muy meditada. Te deseo mucha suerte en esta nueva etapa. Yo siempre digo que cambiar de centro de trabajo es como reiniciar nuestro disco duro. Un fuerte abrazo Doctor.

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  5. Dr. Lopez Vega, gracias por responder.a mi algo farragoso escrito, producto de una desagradable noticia sin digerir. No descarto la posibilidad del pacífico café, pero permítame que por el momento sigamos siendo dos amigables desconocidos. Yo a Ud., por ejemplo, sólo le conozco por los elogiosos comentarios que me hacen algunas de sus enfermas (me niego a decir «pacientes» pues tal y como están dejando la sanidad Publica ya va siendo hora de que nos pongamos impacientes con sus asesinos de despacho), por algunas de sus conferencias, sus escritos que hace ya tiempo sigo, y las fotos que aparecen en ellos o en prensa. De momento, sin que le niegue que la propuesta del café me tienta, dejémoslo así. Sólo una reiteración: manifestado ya mi acuerdo con su ruptura institucional, insisto en el ruego de la necesidad que muchas sentimos de que entre Ud. y otros especialistas de Valdecilla distintos a los que no es que vayan a la guerra, sino van a trepar a toda costa aunque sea al precio de la indignidad profesional y personal y de la deslealtad y traición a sus compañeros (y aunque este Hospital no sea ya su casa y lo comprendo), se sigan intercambiando conocimientos y experiencias. Que siga Ud. volcando en los menos avezados el carro de conocimientos que sabemos atesora. No por favorecer a una Casa que ya no es suya, sino a las que fatalmente en ella vamos a caer sin posibilidad de elección. GRACIAS, Genoveva Pérez

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    • Muy de vez en cuando -aunque la repercusión es notable-, un par de colegas se zurran físicamente. Y no se encierran en un despacho para darse de hostias privadamente, ¡qué va! Se engarran en el aparcamiento, en un pasillo, a la vista de todo el mundo, o ¡incluso en un quirófano, con el enfermo aún sin anestesiar!

      Algunos llegan a los tribunales e imagínate la jeta estupefacta del juez, teniendo que dirimir una pelea entre señores doctores, como si fueran adolescentes poligoneros. Como es natural, el juez oscila entre la pura carcajada (si se pegaron por un lío de faldas) y las ganas de enchironarles (si fue por cosas de Medicina).

      Porque hay que ser membrillo para pegarse por asuntos de Medicina. Eso se habla, civilizadamente, uno con sus ideas, el otro con las suyas (y si ninguno las tiene, tampoco pasa nada). Los arribistas, los traidores, los cobardes… pueden ser magníficos profesionales; se mantiene el trato profesional correspondiente y en el plano personal cada uno a lo suyo, y ¡a volar!

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  6. Buenos días Jose

    Soy Tito, ya sabes el compañero tuyo de promoción al que como a otros muchos nos ayudabas a estudiar sin ningún ánimo añadido o interesado, sólo por el hecho de disfrutar de la amistad. recuerdo tus resúmenes y lo claro que lo tenias todo. Recuerdo tus conversaciones de todo, y hasta de Medicina si se terciaba en nuestro «Tendido del 8» de la Biblioteca.

    Han pasado muchos años y como ves mi devoción profesional por ti no ha mermado ni un ápice;, y hace poco hablando con mi hija , alumna de 5º, siempre la comenté que yo no la ayudaría a aprobar (eso es cosa de ella) ni la enchufaría pues la Medicina es algo muy serio. Pero si que la recomendaría que se formara con los mejores y hacia ti la dirigí como sabes hace poco.

    Cómo ves los que conocemos un poco, sólo un poco, te tenemos como referente en formación desde siempre por lo que entiendo que esta medida la tienes muy pensada (ya leí tu articulo previo) máxime con 36 patadas en la boca; pero ¿qué culpa tienen los residentes, alumnos y porqué no os que ya presumimos de «desconocerlo todo»? No intento convencerte, si no todo lo contrario, conociéndote creo que te has equivocado poco y el tiempo pone a cada uno en su sitio y me dará la razón. No te han retirado, por mas que quieras/quieran ya que te queda mucho aun por hacer.

    Sabes que siempre te he apreciado y espero poder tomar ese café contigo en esta nueva casa, en la que yo también voy de vez en cuando, y charlar de todo menos de Medicina.

    Un amigo.

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    • Querido colega y sin embargo amigo: gracias de corazón. Los Residentes y los alumnos saben dónde encontrarme, a juzgar por los CUATRO que hoy han venido por mi consulta, a echar unos análisis y unas risas. Hemos visto con cierto detalle la placa de tórax, aunque nos ha decepcionado un poco que la silueta cardíaca no mostraba ningún signo de enamoramiento.

      Como he dejado escrito por ahí arriba, esa faceta HUMANA es imborrable. Ahora bien, sucede que hemos apostado -según dicen- por un modelo «socializado», en el que los profesionales antaño liberales han acabado convertidos en un puro engranaje de algo que les supera y desborda: la Institución.

      Años después de lo que hubiera sido «natural», por esos avatares inexplicables de la puta vida, acabé en DOS Instituciones que hasta la fecha me han tratado muy correctamente. Sin mamonadas, pero con educación y seriedad. Me refiero a la Universidad de Cantabria y a la Clínica Mompía.

      En la misma época, los directivos de otra Institución, por su parte, han desarrollado una estrategia absurda de ninguneo, infamia, memez, risotadas, gilipollismo, toreo y banderilleo, que no soy capaz de explicar pero que ha alcanzado el límite de lo que los finolis llaman «resiliencia». ¡Qué digo, «alcanzado»! Lo ha superado con creces y no me da la gana de que mi nombre aparezca ligado a nada que a su vez recuerde a las tareas directivas de esos membrillos. Dirigen algo, no sé, algo que ellos dirigen, y declino toda forma de colaboración con lo que dirigen, que a fin de cuentas son estructuras administrativas a las que ya no quiero pertenecer, porque ellos las dirigen. Así, los membrillos podrán seguir insultándome, pero no podrán acusarme de apego aprovechategui a ninguno de sus cargos de mierda, jejejeje.

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  7. Dr. Lopez Vega: conociéndote un poco, sé que tu decisión tiene fundamento. Y hacer lo que a uno le dictan cabeza y corazón, aunque duela, sólo merece de un abrazo. Cualquier otra cosa, por lo que intuyo, sería componenda. Y tú no eres de esos. Por eso, precisamente, te frecuento.

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  8. Bienvenido al club… en el doble snetido de la expresión. No cambies, colega! (Bueno, si, lo justito, qu eno estça bien quedarse gripado). Un abrazo

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