Folletín extraperiodístico (XIII): Pulpa friction

Trabajé 20 años, veinte, bajo/con/para un jefe que funcionó honradamente como tal, dando cierto sentido a las cosas. De lo que sabía, sabía, y en lo que no, se dejaba asesorar; así se consolidó un estilo de trabajo que no pocos tildarían de envidiable. Sin embargo, cuando lo jubilaron, yo no servía para remplazarlo. Tras juicio sumarísimo, la sentencia: «Incapaz, vago y chorizo». ¿La pena? Un mudo ostracismo; nunca más una palabra, aclaración o consulta, ni por guardar las formas. Ni cuando designaron a una jefa estilo Rubén Darío, «como el ala aleve del leve abanico». Nada, ni por verbo ni en papel, como corresponde al viejo lema patrio: “Palo al amigo, que el enemigo no se deja”.

De chavaluco, viviendo en una barriada adyacente, abrigando ya la pretensión de ser médico un día, me detenía frente a la fachada pétreo-gloriosa del Hospital Valdecilla. Jamás creí poseer la altura de gigante/molino necesaria para trabajar allí, imaginen el subidón cuando la vida me deparó el privilegio. Dos decenios después, aunque se decía que no lo hice (hicimos) del todo mal, la jefatura se puso en almoneda y se ofreció por doquier, pues cualquiera valía más y mejor. La rechazaron unos cuantos de prestigio (con mezcla de incredulidad y cachondeo, pues a cuento de qué) y se la regalaron a una propia no de prestigio, sino de reptar sigiloso.

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Al pie del contrato firmó un bocazas que admitió públicamente que nunca la entrevistó in person. Coñes con los gestores de fondos públicos. Yo sí pregunté a la dama qué pensaba de la plantilla. NS/NC. Y ahondé en sus criterios de prescripción farmacéutica. NS/veremos. E indagué más: «Oiga, señora, ¿qué trae usted a mi casa?» Traía el alma fresca y la mirada huera. A mi puta jeta estupefacta, en el puto Hotel Wie de la puta Chicago, la interfecta me pidió «confianza». La dama sigilosa, desprovista de toda noción de compañerismo, cómplice de un opacísimo ninguneo; la advenediza arrojadiza, ¿ésa tenía, encima, el morro de pedirme confianza?

Aterrizó nomás y, en su primer y único cónclave organizativo, expuso su «Nueva gestión de consultas». Mostró una agenda del día anterior -no sé de qué facultativo- y juro ante el paredón de fusilamiento que así dijo/dije:

  • Esta agenda tenía 15 pacientes.
  • Concluyó a las 13.30
  • Como la jornada abarca hasta las 15.00, la Dirección registrará un bajo rendimiento.
  • ¿No habría otras tareas, como redactar informes, impartir clases o revisar un protocolo?
  • Los pacientes estaban citados cada 10 minutos.
  • Citándolos cada 25 minutos, la agenda se rellenaría hasta la hora de salida.
  • Así se obtiene más rendimiento.
  • ¿Con los mismos 15 pacientes?
  • Sí.
  • O sea, ¿»nueva gestión» significa fingir que engañas a la Dirección y que ella se haga la engañada?
  • Sí.

Me sentí como Jules, el asesino negro de Tarantino. Me imaginé apuntándola con un pistolón de reglamento: Vuelve a decir «sí». Repite «sí». Di «sí» una vez más. ¡Di «sí» una vez MÁS! ¡¡¡Dí «sí» una JODIDA vez MÁS!!!

Pero es que dijo «sí» con absoluta vacuidad, un «sí» exento de toda malicia; la inocentísima expresión de un cerebro atascado en la infinita planicie siberiana. Y toda aclaración devino innecesaria, pues el mundo todo se tiñó de prístina estupidez. ¿Qué vino luego? Vino un año indescriptible. Doce meses en los que la interfecta -cobrando de jefa- no asistió a las sesiones preexistentes ni creó otras, no introdujo cambios en ningún ámbito profesional. Iba y venía sin agenda concreta, nadie sabía a dónde ni para qué, desligada de toda responsabilidad y tarea específica, tragando la quina del desprecio travestido en indiferencia. Los viernes seguíamos celebrando el sempiterno cafelito de media mañana -enorme pifostio arrastrando mesas en La Cavada de Pedro-, todos menos ella, que se quedaba sola en la planta. Se quedaba sola, mirando estática al rostro negro de la nada, como un perruco apaleado.

Es terrible constatar a qué pozo de indignidad puedes caer, restregando el alma detrás de un grial de mierda y hojalata. Es terrible que la Dirección, puntualmente informada de aquella situación grotesca, no hiciese nada. Nada, salvo irradiar mansurrona podredumbre.

10 comentarios en “Folletín extraperiodístico (XIII): Pulpa friction

  1. Doctor buenos días

    Presento un programa de radio en Murcia y me gustaría charlar contigo en directo

    El programa se llama los trabajadores de la luz y se emite de lunes a jueves de 20 a 22 horas

    Una vez me digas la disponibilidad te digo días yescoge el que puedas

    Gracias

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    • Estimado Antonio:

      No lo creerás, pero esta misma noche soñé con la radio (medio del que soy casi un yonqui).

      Un amigo me hacía dar el parte metereológico y era un absoluto desastre. Mi amigo me interrumpió y me dijo: «¡Coño, que no eres tú!» Volví a intentarlo y fue peor: absoluta planicie expresiva, con el consiguiente aburrimiento hasta del micrófono. «Te vas a la puta calle», me dijo mi amigo.

      Iba hacia la puerta del estudio y me percaté de que sonaba de fondo Serrat, cantando (según dicen), muy, muy bajito, «Palabras de amor». Le rogué a mi amigo que pusiera la Sinfonía del Nuevo Mundo, a más volumen, y empecé a hablar de la ola de frío, ¡qué digo de frío, de puta congelación colectiva!

      Que ningún gandul se arrebuje en las sábanas. Viene un aire como de cuchillo, pero el hielo conserva y remoza y tonifica. Los entrenadores modernos hacen que sus jugadores metan las patas en hielo, después del partido. Salga de la cama y dése el gustirrinín del hielo matutino. Le entrarán ganas de cantar, pero no como el coñazo de Serrat: CÁNTELE A DELILAH, LA MACIZA DE TOM JONES.

      (Si te parece bien, martes y miércoles, 23 y 24, son días excelentes.) Jose, 18/2/16

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  2. Después de la experiencia en alta mar, seguro que desde entonces has ajustado las velas y encontrado el rumbo necesario para no darte de bruces contra las rocas y lo más importante, seguro que has aprendido la lección. Buena suerte apreciado José Manuel, deseo que los vientos te sean favorables.

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    • La lección, no sé, puede. Honradamente, jamás creí posible que las «autoridades» pudieran alcanzar tal grado de bajeza y degradación. En las dictaduras sí, claro, pueden llegar incluso más abajo, pero en tiempos de democracia parecía imposible. Pues no lo es. Cabe hasta lo inimaginable.

      Respecto de los «esclavos», solo voy a decir que así se comportaron, como esclavos con derecho a cocina. Creo que con una actitud mínimamente más firme -ni siquiera combativa-, todo hubiera sido distinto, menos lamentable. Sin embargo, optaron por el dolce far niente y ya escampará. Naturalmente, han obtenido el premio correspondiente: escampó y siguen igual, llorando por las esquinas.

      Esquinas que eludo.

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    • ¡Ah, el ego! Cuán profunda herida si se siente traicionado y, si recompensado, cuán elato pecho.

      ¡Ah, el dedo infalible de Dios! Qué grandeza visionaria, si bien apunta; qué hosca injusticia si desviado, yerra.

      Pues bien, examinemos el ego: ¿Para qué lo deseas? Y examinemos el dedo: ¿Para qué te nombran?

      Hay una enorme diferencia entre el canalizador de inquietudes de los «suyos» y el martillo correveidile que ejecuta lo que le ordenan. Auctoritas y potestas. Respeto y boñiga.

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  3. No sé si te acordarás de mí…yo sí de tí y muy grato recuerdo me trae… Comencé a aprender el oficio de ginecólogo entre el 90 y el 94 en la misma e imponente institución en la que trabajas…, gratos recuerdos también. Yo ahora también lidero un equipo.., jefe de servicio también me llaman…, pero de los que empujan, escuchan, valoran, agradecen…. y hasta se equivocan..
    Hay mucho enchufado y mucho papanatas… Me ha gustado leerte.., ojalá nunca genere tanto desconcierto en los míos…
    Dominas la prosa…, siempre fuiste un crack!!!😜😜… Redactabas de un tirón un artículo en inglés.. Fuimos de los primeros en publicar cosas de neoadyuvancia en tumores de gine para Progresos de G&O…, en fin gratis recuerdos…
    Soy Eloy Moral…, también gaiteiro y cocinero de convento…
    Compartimos las ganas de comunicar
    http://eloychef.blogspot.com.es/2016/03/arroz-negro-de-choco-y-centolla-como.html?m=1

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    • Me acuerdo, ¡cómo no!, y ya sabía de tus éxitos profesionales nas galaicas terras. Al Folletín no le queda mucho; en realidad todo se resumiría en 4 frases y ya se va haciendo un poco largo.

      Las frases serían: Me hice médico para curar a mi abuela. La Medicina, en fin, tiene su intríngulis y sus cosillas. Se alojan en ella grandes personas y también unos cuantos mangantes. De todos aprendes, claro, todos dejan su huella y alguna que otra herida. El tiempo es un sabio cicatrizante. Fin.

      Estoy leyendo «Mishima o el placer de morir», un estudio psicopatológico de Vallejo Nájera sobre el insigne escritor y suicida japonés. Es un libro magnífico; seguramente falsario, como todo lo que lleva «psicopatología» en el lomo, pero magnífico. Constato que no soy tan complicado como Mishima, lo cual aleja el fantasma del hara-kiri, loado sea Dios.

      Quedarán 2 capítulos, creo, y verás que les vendría muy bien un melancólico fondo de gaita. Un quejido sobrio de bruma callada.

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  4. Pues creo que va a ser un error que cierres edicion…, piénsalo bien… Estamos faltos de pluma afilada y sagaz

    Un abrazo largo amigo …, de los de más de seis segundos.., de los que liberan oxitocina. Ciao

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