Otra piedra inútil en una senda sin rumbo

Lunes, 6 de junio de 2016blogger-image-986370796

 

Por algo que se habrá estudiado, los regímenes comunistas propenden a que el líder visionario se momifique en vida y lo arrope un geriátrico donde el más sano acude en parihuelas. En lo que ellos chochean, todo se viene abajo, como en el pavoroso maoísmo: flaneaban los sesos del Vigía mientras un “ingenuo” bucolismo daba paso al enaltecimiento obsesivo de lo chino frente al Occidente degenerado y al final, Mao mediante, se “reeducaba” al infeliz que expresara no ya una queja, sino una somera duda.

Los jemeres rojos, con la bestia Pol Pot al timón, exacerbaron esa “ideología” hasta un límite orate y alucinógeno. Usar gafas o escuchar a Bach se castigaban con el desmembramiento y no se concebía la menor heterodoxia porque asaban al disidente y a sus crías. De aquella locura sangrienta surge el siguiente aforismo: deja que el fanático se adueñe del poder, la educación, la propaganda, los tribunales y el ejército, y me cuentas hasta dónde sube la marea.

De las CUP catalanas sale un tufo chinojemer que tira para atrás. En las plácidas comarcas brota el pantumaca y no hay rastro de boñiga ni de humos industriales. La lengua (el catalán, por supuesto) es el unto redivivo de los ancestros, que lloran en sus tumbas melancólicas, aguardando una póstuma vindicación. ¡El cuerpo social será piñoide! A sentir igual, pensar igual, hablar igual y despreciar al foráneo igual, que si no eres igual dejas de ser catalán. En la tribu, esterilizada de impuros y tarados, no hay sitio para Juan Marsé, Albert Boadella o Félix de Azúa, porque nacieron en Barcelona, pero el españolismo les hizo apóstatas de la Cataluña eterna y rosicler.

Tarde se respondió a ese penoso ostracismo de quienes no razonan o hablan igual. Tarde, muy tarde, hasta un punto emplazado con cartográfico rigor en medio de la nada, en la exacta mitad del sendero que discurre, curvilíneo e indeciso, hacia ninguna parte. Tarde, demasiado tarde, con tanta claudicación y tanta mano tendida y tanto dorarles la píldora que se agotaron las cataplasmas. La palabra, exhausta, ya no significa nada, como la piedra de León Felipe, “piedra pequeña, que no has servido para ser ni piedra”. La fatiga, invencible: no más argumentos inútiles, basta con exonerar el alma de bilis, y así descargo la mía…

Sobrevino un lejano día el Estatuto que estipuló la bandera de Cataluña (la senyera convencional) y su régimen fiscal. Los soberanistas de viejo cuño declinaron un cupo similar al vasco, por temor a soltar la teta vacuna, pero a la teta retornan con insistencia pueril. ¿Y? Pues nada, porque otros Estatutos encarnan un “café para todos” que les taladra el hipocampo, pues difumina la constancia pétrea de que ellos son más telúricos, más elevados, más inmutables. Más.

Toda España coopera con “su” Olimpiada, pero Madrid husmea otra y ellos se personan en Nueva York para descarrilarla. El AVE al ombligo de Barcelona lo apuntan en el caldero del agua, no se rebajan ni a agradecerlo, pues siempre queda un fleco histórico, una balanza fiscal, un poema de amor tuberculoso. Nos restriegan el catalán como si lo hubiésemos prohibido -lejos de invertir enormes recursos en fomentarlo- y nos lo retribuyen multando al tendero que rotule en español, no en quechua o en tagalo, sino en español. Exigen hablar catalán en foros nacionales e internacionales, contratando traductores obviamente innecesarios, por aquello de “visibilizar” su diferencia antropológica, pero ellos acosan al español en una patochada delirante que jamás la Justicia (perdonen la mayúscula) tuvo el cuajo de impedir.

Envueltos en su senyera, Pujol I y la dinastía ferrusolo-pujolina robaron con un descaro del que, encima, tenemos nosotros la culpa. Expolian el Liceo, la TV3, el Palau, la obra pública; trincan ellos y sus cuates, sin compasión (como el mafio-juez Estivill que extorsionaba a los procesados), bajo la falacia vergonzosa de que les roba España. Y ahora agitan la “estelada”, rozagantes, afirmando su preeminencia moral e insinuando que esa bandera desterrará la caspa de una España minusválida.

«Necesitamos escapar», dice el inefable Puigdemont, fruto del ensalmo catalufo en plena siesta dominical. Un conchabeo subterráneo y asfíctico. Pero se aferran al fondo autonómico sin rubor y lo malgastan enviando delegados gazmoños a Europa. Menos mal que allí hay funcionarios bien adiestrados, que les llevan serenamente a la puerta y les leen el lema del frontispicio: “¿Ves, hijo, que delante de Europea pone Unión? Ya me sobran el salafismo, los Balcanes, el Reino Unido tocahuevos, el polvorín esquizoide de Bélgica, los neonazis de Austria y el espanto de Siria. Anda, nene, vete a merendar y haz caso a la maestra, ¿eh?”

La ETA despanzurra a 31 ciudadanos (niños incluidos) y deja baldados a otros 89, entre el Hipercor de Barcelona y la casa cuartel de Vic. ¿Deja España que se laman sus heridas, como perros sin amo? Pues va el perro Carod y nos muerde, traidor de lesa patria y lesa humanidad, yendo a Perpiñán a implorar que la ETA no mate más ¡en Cataluña! Y ese gen canino revienta de nuevo, hace pocos días, en una ceremonia de imperdonable bajeza, donde abren su Parlamento (perdonen la mayúscula) para que nos sermonee uno de los hijoputas más abyectos de aquí a los cráteres bermejos de Marte.

Medran obscenamente en el desafío perpetuo, la injuria meliflua, el amago fenicio-ladino y el envaine calculón y mendicante. Farfullean con babosería, llamando “indepe” al separatista y “desconexión” a la secesión, macerados en un trampantojo dulzarrón de democracia cristiana, gauche divine y polpotismo durrutiano, para crear la granja de Wifredo el Nou, donde ellos en exclusiva decreten los pesebres. Pues bien, esa doblez egoísta y engolada, esa provocación incesante que no puede escarbar más abajo de Otegi, a un servidor le causan una aversión honda, vomitosa  e irrefutable: dispóngase para ellos una reserva enrejada, y gocen allí de tanta paz como concordia siembran aquí.

8 comentarios en “Otra piedra inútil en una senda sin rumbo

  1. Nada diré de las valoraciones y juicios que hace en relación con algunos personajes del escenario político español y de sus regiones, y de los partidos, grupos o grupúsculos en nombre de los cuales peroran y actúan los interfectos. Alguna matización podría de hacerse respecto a las valoraciones y calificativos a dirigentes parece del reciente `pasado mundial, y de otros aún activos a los que creo apenas veladamente se alude o insinúa. Pero si me interesa llamar la atención sobre la aproximación despectiva y generalizante que hace de los «regímenes comunistas». Mire Ud., Doctor. El marxismo es (dicho así a vuela «tecla» pues más precisiones no caben en un somero escrito como estos), una ciencia de análisis de la realidad en cada momento y a partir de las conclusiones encontrar las soluciones más adecuadas en el camino hacia la superación de los atavismos o condiciones a que la especie humana debe continuamente propender. Que el que en algún momento quienes han tenido la reponsabilidad de aplicar los métodos en el camino hacia el comunismo (a donde por cierto, por más que así se les califique ningún país llegó hasta la fecha), lo hayan hecho errónea, despótica, e incluso criminalmente, no descalifica al marxismo. Que en mi opinión está más vigente y es más necesario que nunca vista la deriva de un mundo en que cada vez menos individuos o grupos, someten a todos los demás. Si a términos marxistas nos refiriéramos, me atrevería a decir que estamos en una era de «proletarización masiva». Y no es como las eras del fuego, de glaciación, o de caída de monstruoso meteoro espacial, se lo aseguro. En fin voy al objeto de este escrito, que pretendo muy esquemático pero bastante sentido. Que no es otro que constatar con no escaso disgusto la forma peyorativa, despectiva o insultante con que se alude siempre al comunismo y a los comunistas. Nombrando siempre, a un catálogo bien reducido e interesadamente seleccionado de personajes que desde ese campo pudieron no ser excesivamente ejemplares, PERO INGNORANDO SISTEMÁTICAMENTE a tantos que perdieron profesión, familia, libertad y en numerosísimas ocasiones la vida, para conquistar a base de privaciones, sufrimientos y luchas, unas libertades de las que Ud. mismo Doctor, puede hoy hacer uso en España o Cantabria, y otros millones de ciudadanos más en otros lugares del Mundo. Ellos no pelearon (fíjese que digo ellos, pues por razones cronológicas yo no tuve ese honor y si hubiera podido es posible que me hubiera faltado el valor), para sojuzgar ni explotar a nadie, sino para que TODOS pudiéramos arribar a un mundo mejor, más humano, culto y solidario. Creo que, cuando se relaciona a los que no aplicaron adecuadamente el marxismo (comunismo dicen aunque repito todavía en ningún lugar lo hubo ni hay), debería recordarse a quienes lucharon por salir de situaciones por Ud. Doctor supongo conocidas. OIGA, Y QUE NO SE LES DESCALIFIQUE A PRIORI CON JUICIOS DE INTENCIONES PREJICIOSOS. NI SE TRATE DE IMPEDIR CON SAÑA, DIFAMACIONES Y MALAS ARTES QUE ALCANCEN LOS PUESTOS DE RESPONSABILIDAD POLÍTICA Y SOCIAL DESDE LOS QUE PUEDAN AL MENOS INTENTAR PONER EN PRÁCTICA LOS SUEÑOS DE LIBERTAD POR LOS QUE DESTROZARON SUS PROPIAS VIDAS. Los que «defienden» la ¿democracia? y la civilización «occidental y cristiana» ya nos han dado, desde diversas perspectivas complementarias, la medida de sus capacidades y disposiciones a la depredación y la rapiña. Democráticas por supuesto; faltaría más. Ya termino DOCTOR. Diciendo algo que desde que empecé a escribir he estado negándome o resistiéndome a dejar por escrito. Algunas alusiones que Ud. ha hecho en pasados escritos, me han «autorizado» a vencer mis escrúpulos. Mire Sr.; soy oriundo y vecino de la Región de Cantabria, antes Santander. Y tengo la edad suficiente para, aunque me duele no haber podido colaborar con ellos por razón de mis menos años, conozco a bastantes cántabros, unos aún vivos y demasiados ya muertos, que no hace tantos años se la jugaron ¡¡Y PERDIERON!! (según todas las peripecias actuales). Y entre ellos, hay algunos a los que admiro: UNO ES, PRECISAMENTE, SU PADRE, SEÑOR DOCTOR. QUE FUE Y SIGUE SIENDO COMUNISTA. Perdón.

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    • Empezaré por el final. Mi padre, en efecto, se proclama comunista. Él sabrá, ya es mayorcito. Me consta que echó toda la carne en el asador -su carne, en la parrilla de las cárceles franquistas- en favor de la «clase obrera». Me consta y ¿qué quiere que le diga, si yo NO soy comunista?

      Volveré al principio. Temo que Vd. confunde 2 términos que no significan estrictamente lo mismo. «Marxismo» es un sistema filosófico que comprende varias herramientas para describir la sociedad «industrial» y dar «sentido» a su devenir histórico. A esas herramientas, de tipo básicamente conceptual y teórico, pertenecen «modo de producción», «lucha de clases», «proletariado», «plusvalía», «infraestructura económico-productiva», «superestructura ideológica», etc. De nuevo, ¿qué quiere que le diga? Es una visión, tan válida (o inútil) como cualquier otra. Personalmente, creo que contiene unas cuantas falacias o, mejor dicho, verdades a medias que servirán en contextos definidos, pero sin validez universal.

      Y en el medio le hablo del término «comunismo». Consiste en una UTOPÍA que, ya ve Vd., a mí me saca ronchas. Comprendo que algunos lo vean con esperanza: espero que ellos me comprendan si yo lo veo como un horror. ¡Y ahí le duele! Los comunistas hablan de cosas como «dictadura del proletariado», «centralismo democrático», «tribunales populares», «vanguardia obrera», «ortodoxia ideológica», «revisionismo»… Y lo peor no es que hablen, sino que lo ejercen con puño de hierro, pues al parecer existe una Causa -un fin de eterna felicidad- que justifica todas las tropelías, en particular las que cometen el Partido y no digamos el Estado.

      En mi artículo se exponen verdades como templos. El culto a la personalidad del líder, que muere de viejo y aún lo embalsaman para seguir llorándolo en el mauselo, es un HECHO. La apropiación del Estado por comités estrictamente gerontológicos, con tipos de más de 90 años que llevan más de 50 años en el Poder, es otro HECHO. Que el maoísmo y los jemeres rojos fueron experimentos enloquecidos, a costa de millones de vidas, es otro HECHO. (Del padrecito Stalin mejor hablamos otro día, aunque su hijoputismo es otro HECHO irrefutable.) Que el comunismo ha fracasado en Europa, donde según Marx tendría su asiento, en el seno de una «clase obrera avanzada», es otro HECHO. Que los comunistas no saben a dónde van, aliados con no se sabe quién, en busca de no se sabe qué ni cuándo, es otro HECHO. Que entre sus compis de viaje, incomprensiblemente, suele haber independentistas tribaloides, es un HECHO.

      Su utopía, a mi juicio, es francamente peligrosa. Pero sus hechos son francamente lamentables.

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  2. Me temo que desarrollar cada uno de los capítulos que abarca el Marxismo y de los que hace Ud. una a pesar de extendida, somera relación, cada faceta digo, ocuparía un espacio que excede al que estas páginas puedan dar cabida. Dejemos pues la aceptación o rechazo a las preferencias de cada cual. Si me interesa remarcar que quizá con la misma vehemencia con que se condena al Comunismo por las prácticas viciadas de algunos de sus dirigentes (siempre una ínfima minoría entre sus adherentes) hayan podido perpetrar, y,no se halle ninguna positividad (joder, qué palabro) en algo con lo que tantas personas en TODO EL MUNDO han estado y están identificadas sin buscar ninguna promoción social o económica, gabela personal o lucro. Y que en tantas ocasiones, casi siempre, lo han defendido contra corriente a RIESGO de muchos RIESGOS MUY GRAVES no hipotéticos, sino reales y previsibles. Oiga, conozco a cientos y entre los que más cercanos he visto cual aquel al que citamos antes, NINGUNO ESTÁ LOCO, ES VISIONARIO O TIENE NINGÚN COMPLEJO que devalúe o haga extraña y esotérica su opción. Ni son descastado u holgazanes que enmascaren con esas actividades sus omisiones sociales, laborales, etc. VALE, PEDRO.

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    • La «ínfima minoría de dirigentes» -como Vd. la llama-, ¿de dónde viene? ¿Qué la sostiene, sino el sometimiento violento de la puta base? Hay ideologías, y entre ellas ocupa un lugar señero el marxismo-comunismo, que se definen menos por la «bondad» de los adeptos que por la dureza represiva que SE autoinfligen y LES infligen a los demás. La razón estriba en su muy cuestionable visión del individuo como una abeja (prescindible) en el sacrosanto panal del Estado.

      De hecho, su enemigo acérrimo es todo lo que huela a reflexión personal-individual. A los anarquistas les fusilan sin más. A los trostkistas (ya inflados de perpetrar ejecuciones) les fusilan tras el oportuno «juicio» político. Al que se aparta del redil, por algún reparo moral, lo fusilan por blando o por traidor, según el día.

      Naturalmente, esto no lo hacen todos los militantes -significativa palabra-, pero todos estarían dispuestos: la doctrina no lo repudia y la «praxis», que es muy suya, lo mismo lo exige. Los camaradas se reparten las armas, imponen la disciplina y ¡a obedecer al Politburó!

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  3. No admites comentarios en corresponsal científico!!! Una pena, porque quería comentar que tienes que ver el comienzo de la presentación de Tolcher sobre la burbuja de la inmunoterapia!!! Es bueno un poco de escepticismo, pero siempre será mejor un poco de cultura…

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  4. Lo concibo como un ejercicio literario y, por ende, cerrado. Las cuestiones anejas -si es que las hay o se suscitan-, que vayan por el cauce habitual, jejejeje. De la inmunoterapia se dirán algunas cosillas, jejejeje.

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  5. Algo queda bastante claro en sus apriorismos: que no tiene Ud. muy clara la dinámica interna de bastantes Partidos Comunistas, y de entre ellos la del de España de post-guerra civil. Creo que dejé dicho que el marxismo en UN MÉTODO de análisis de las cambiantes situaciones, y no UN DOGMA de fé gregaria. De lo que yo conozco y he procurado que fuera lo más posible, no creo que el PCE tuviera esa especie de pulsiones represoras y disciplina vertical-militar, sino que como alguna vez pude comprobar los comportamientos de sus afiliados era bastante anarco-indisciplinada; lo que personalmente me confirmaron muchos de ellos. De ahí lo injusto de las calificaciones de «totum revoltum» para los diversos partidos de distintos paises. De las decenas de comunistas que yo conozco en España, que se dejaron la piel luchando contra la dictadura y por traer la democracia a este desdichado Pais, no conozco NI UNO SÓLO que hubiera acatado orden alguna de eliminación de opositores. Desde luego, yo no concibo a un Cote cortando cabelleras, administrando aceite de ricino, torturando, dando «paseos y leyes de fuga», encarcelando, ni ejecutando a nadie. Ud., que sin duda le conocerá mucho mejor que yo, ¿se imagina un escenario que le impusiera esos comportamientos y él los acatara?. Fin del debate. Saludos, PEDRO

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    • No sé cómo convencerlo a Vd. de que yo no profeso ningún «apriorismo». Sucede, simplemente, que no soy comunista, por una reflexión filosófica e histórica que otros no comparten. Pues muy bien. Uno de los que no la comparte es el señor Cote, que aún conserva cierta confianza en el empuje revolucionario de las masas. Pues muy bien.

      Sin apriorismos, negar a estas alturas la implicación del PCE en el sistema de chekas y la sumisión de dicho partido a los agentes estalinistas que aniquilaron a los pobres diablos del POUM, oiga usted, ya es demasiado negar. Eso lo describen Preston, Benassar y cualquier otro biennacido, porque la brutalidad del franquismo, ¡así es la vida!, no aminora bajo ningún concepto la brutalidad de Stalin y sus seguidores.

      Entre ellos estuvo el PCE, naturalmente, hasta el advenimiento de lo que dio en llamarse «eurocomunismo». ¿Que usted no ha conocido comunistas capaces de fusilar al adversario político? Pues no faltaron en Hungría, en Checoslovaquia ni desde luego en la Madre Rusia. No sé lo que hubiera hecho el señor Cote. Tiendo a creer que él no era de la línea del coronel Romero Marín o del camarada Beria. Sin embargo, Romero Marín existió, ya lo creo, y fue dirigente del PCE tanto como había sido coronel del Ejército Soviético.

      Por aliviar un poco este debate, le sugiero una novela, «El hombre que amaba a los perros», del cubano Leonardo Padura. Cubano, insisto, es importante. La obra relata hechos curiosos sobre el asesinato de Trotski. Este sujeto murió en Mexico no de una diarrea guda, sino de un picachón clavado en el cerebro por un español. Español, como española era su madre: una verdadera joya.

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