Tus derechos son tus conquistas

Domingo, 21 de mayo de 2017

kpmg

El año pasado tuve ocasión de repetir estancia en Chicago. Una reunión profesional, ya saben, de ésas donde todo es novedad y toda novedad promete ser la bomba, aunque los años sepultaron otras que ya no son novedades y apenas fueron pompas.

Llegó la hora de comer, lo que la peña entiende como mascar plástico de diversos colores, con vaga apariencia de ensalada, y empujarlo hacia los adentros mediante un laxante negruzco que denominan ‘coffee’. Por suerte, yo tenía que encaminarme a un encuentro con oncólogos de Arizona, Copenhague y otras plazas exóticas, en un local de la Universidad de Chicago. La fundó en 1891 John D. Rockefeller, según su noción de ‘filantropía científica”, esto es ejecutada con estrategia empresarial, pero sin inmiscuirse en la cosa técnica ni en elegir al profesorado. Gilipollas no era y, si un político pretendiese gastar su dinero (el de Rockefeller) a su antojo (el del político), habría restallado la carcajada igual que la colleja. Me fijé en los precios de las matrículas, que rondan los 40.000 euros por curso.

Tras la reunión, cuyos aburridos detalles les ahorro, eché por la ventana un vistazo a la Casa Robie. Un diseño de Frank Lloyd Wright para una vivienda privada, que data de 1910 y todavía asombra por su ascética modernidad, sin que el alcalde la haya destinado a comedor social. Interrumpió mi contemplación una señora que traía bandejas con diversos bocados. Era notabilísima una perfecta tortilla de patata, sobre la que me abalancé con emocionada gazuza.

Resultó que la señora, según me explicó con delicioso acento de Michoacán, provenía de emigrantes españoles. (Lleva casi 30 años viviendo en Chicago y regenta un pequeño negocio de cocina y servicio a domicilio.) Dos de sus 4 hijos acababan de graduarse en aquella Universidad. ‘Pues ya hay que freír patatas y cuajar tortillas para arrear con 80.000 euros al año’ – me extrañé. ‘Los 2 gozaron de beca completa’ – me respondió. En efecto, junto a los precios de las matrículas aparecen numerosos anuncios de becas, por rendimiento académico y deportivo. Le pregunté si no creía justo que sus otros 2 hijos hubiesen disfrutado de la misma beca. ‘No, señor. Fueron perezosos y las becas deben destinarse a gente esforzada’.

Un heredero Rockefeller cedió la Universidad en 1996 porque ‘la institución pertenece al pueblo y debe ser gobernada y financiada colectivamente’. Quise saber cómo entendía ‘lo público’ mi interlocutora de Michoacán y lo expuso con rotundidad: no significa de todos y para todos, sino de todos los que trabajan y para todos los que acreditan méritos. ‘¿Y los demás, dónde quedan sus derechos?’ – le pregunté. ‘Tus derechos son tus conquistas’ – me largó. El típico discurso izquierdista, vaya.

Emprendí el camino de retorno al hotel y me topé con un campo de golf, Jackson Park, que es público. Sí, sí: un magnífico recinto de titularidad municipal, con árboles extraordinarios y melancólicas lagunas. Pareciéndome inverosímil que fuese público, pregunté el precio de alquilar materiales y darse una vuelta: 39 euros, al cambio, con todo de primera clase, y los pagué sin rechistar.

Ya cerca de las 7 de la tarde, estudié las líneas de autobús para volver al centro y me iba bien el 28. Subí al vehículo -buen material, también- y, al pagar, el conductor me preguntó por mi destino concreto. Un negrazo inmenso con chapa pectoral donde ponía Larry. Se lo indiqué y él me dijo que en realidad me vendría mejor la línea 6. Y no me permitió pagar el billete, sino que me transportó gratis hasta varias paradas más adelante, donde enseguida tomaría el 6 con billete completo. Supongo que Larry llevaría un forrón de horas al volante, por un salario inferior al de Mr. Obama, pero me despidió con un jovial ‘good evening, sir’.

Así que, tumbado en la piltra, se me vinieron al melón las becas públicas (que no púbicas), las instalaciones deportivas municipales, los autobuses urbanos de la muy capitalista Chicago, el conductor que presta amabilísimo servicio aun sin trabajo fijo, y volvió a asaltarme la fría duda de qué narices sea ‘lo público’.

Dirá el lector que estoy loco, pero yo suelo pensar hablando con otro tipo. Sí, sí: yo le pregunto qué opina y luego procuro convencerlo de lo contrario, a menudo con notorio desacuerdo. (No lo he bautizado, se llama ‘oye, tú’.) Pues bien, le pregunté. ‘¿Cómo entendéis, España y tú, lo público?’

Empezó a farfullar idioteces sobre Estados Unidos y me percaté de que ambos lo entienden mal. Creen que es un régimen de dispendio colectivo, al buen tuntún, que disfraza el egoísmo de solidaridad y confunde la justicia con el abuso. Harto de su cháchara rosicler, le interrogué por sus motivos para viajar a congresos americanos. ‘Por sus avances científicos’ – reconoció, a regañadientes. Entonces cerró el pico, salvándose de que lo echara de la cama a patadas, con el coraje de una inmigrante mexicana.

11 comentarios en “Tus derechos son tus conquistas

  1. Muy lúcida reflexión como siempre, José Manuel. En España ofrecemos poco y peor distribuido, confundimos el derecho con la prioridad y en lugar de a la reflexión y la autocrítica (del esfuerzo no hablemos) acudimos a la visceralidad del y por qué a mí no ( o a mí barrio, o a mi estrato laboral)..

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  2. Lo que demuestra que como tan reiterada, dogmática, cansina y sospecho que interesadamente se proclama, la administración, eficacia y rentabilidad económica y social de lo público no tiene que ser necesaria y fatalmente peor que lo más eficiente de lo privado. Seguramente tiene algo más que ver con una secular educación de desprecio a «lo de todos» porque, incluso desde círculos de poder, es catalogado como «de nadie» y en consecuencia campo propicio para la instalación de necios ineptos amiguetes de los distribuidores de «canoníias» y, lo que es peor, como cosa sin dueño, terreno abonado para incursiones de rapiñas y enriquecimientos de regidores, familiares o cómplices de tropelías. En tanto que llega una formación ciudadana más respetuosa y atenta a la defensa de «lo suyo», de lo colectivo de todos y cada uno, que evidentemente no es cosa de dos días, será irrelegable reorganizar una Justicia que tenga la balanza y la espada en sus manos, pero ningún ojo vendado. Y como primera y más eficaz medida a corto plazo: que llegado el tiempo electoral, los votantes, por diversos que sean sus posicionamientos ante el futuro, voten con raciocinio y no con espíritu gregario propio de «hoolligans» futboleros. Puedo aceptar que haya quien no entienda de los recovecos de la política en esta sociedad desorientada. Me cuesta creer que mayoritariamente nadie entienda nada sobre cuales son sus intereses vitales, personales, familiares y de estatus. FRADES

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    • Pienso en esos parques infantiles reducidos a columpios roñosos invadidos por bardales, que eran una ‘urgencia social’, en pueblos donde no había ni hay niños. En las luminarias municipales destrozadas por vándalos que, naturalmente, vienen del pueblo de enfrente, donde siempre han sido unos cafres. En las urgencias atestadas por los granitos que se rozan con las chanclas. En las plazas para educación ‘obligatoria’ donde el alumno no está ni se lo espera.
      Y oigo quejas, una letanía incesante, porque nada es bastante. Hay que lloriquear otro poco, a ver si alguien se ablanda y suelta unas perrillas. ¿Para qué? Da igual, pero que sea gratis.

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      • Dr. López Vega. ¡Ese es el problema!. Que a pesar de la llamada «educación obligatoria», nunca ningún Poder en España, desde la noche de los tiempos y del signo que fuere, ha puesto interés alguno, articulado normas o programas. estableciendo exigencias mínimas de rendimiento, ni dotado de medios, para lograr de verdad una EDUCACIÓN (con mayúsculas), digna de tal nombre. Creo que es de ese caldo de cultivo de donde surgen los vándalos de parques y elementos urbanos, los profesionales del mínimo esfuerzo como los alumnos que «ni están ni se les espera» en sus aulas, y los buscadores de perrillas y servicios gratis total con desprecio a lo que representan (y cuestan). Pero a mi me sigue pareciendo un tanto injusto cargar las iras contra los «productos» deformes del sistema, y no tanto sobre los «productores» de esas deformidades sociales. Y mucho menos de que se aproveche el mal uso inducido por acción u omisión de lo público, para mercachiflear con ello o regalarlo a los amiguetes/socios/cómplices a cambio. de inflar las propias cuentas corrientes (en paraísos fiscales o artificios financieros opacos por supuesto), O en «engrasar» los goznes de las «puertas giratorias» para cuando las «primarias» o las urnas les deje a la intemperie. Frades

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  3. Entre la de Michoacán y el interlocutor entre sábanas, darían para un asesor de Sánchez -y de algunos más- que dibujara un futuro de sentido común. ¡A ver si tendremos que ir a Chicago para traernos, a escondidas de Trump, quien prefiera verdades a posverdades!

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  4. Frades y Gustavo (por no hablar de un servidor) son defensores de los servicios públicos. ¡Cómo no! Gracias a ellos -gracias al esfuerzo de muchos hombros arrimados- yo puedo acceder a servicios que jamás podría sufragarme a mi costa. Baste un ejemplo tonto: mi familia no me puso una institutriz, como a Clara, pero sí dispuse de aulas compartidas, para no apacentar cabras como Heidi. La lista es enorme. Circulo sin tener que desbrozar los caminos con mi propio machete. Si me pongo malo a fin de mes, ya con la faltriquera gaseosa, aún puedo acceder a médicos y practicantes, sin esperar a que la nómina me salve del cólico miserere. La seguridad ‘ciudadana’, los litigios con el vecino por culpa de los mojones antiguos, etc, no mordisquean directamente mi peculio, sino que vienen sufragados colectivamente.

    Pero no se trata de una Arcadia gratuita, ¡qué va! Todo eso cuesta un huevo y la yema del otro, y hay que pagarlo en ‘cómodos’ plazos, pero por adelantado. Hay que trabajarlo, y adunarlo, y vigilarlo, y gastarlo con raciocinio, para que medre, para cuando surja la ocasión. Hay tantas exigencias, tantos eslabones en la cadena, que lo difícil es mantenerla íntegra, sin roña ni redundancias. Es tan difícil que muy pocos lo han logrado. Dicen que el Fondo Petrolífero de Noruega, pero todos los demás andamos bordeando la quiebra. (Creo que ya estamos instalados en ella, pero a lo mejor soy pesimista.)

    Por mi parte, veo gente que curra de cojones, que aporta de cojones; gente honrada y más bien morigerada en sus consumos, que sostiene el sistema, le da brillo y augura un cierto porvenir. Sí que la veo, pero ¿cuánta es? Porque veo otra legión de gaznápiros que no aporta nada (acaso quejas), consume sin criterio y abusa sin freno. Ahí le duele. ¿Cuántos son los zánganos abusones? Para mí que ‘derechas’ e ‘izquierdas’ discrepan en su cuantificación y, naturalmente, en su castigo. Para unos, una caterva de sinvergüenzas ingratos a los que hay que echar; para otros, apenas una minoría descarriada que en breve será reconducida.

    ¿Y los gestores? Para las izquierdas, probos funcionarios, servidores insobornables, escribientes esforzados y compatriotas maltratados. Para las derechas, vagos parasitarios, enchufados sin rubor y espíritus adiposos y degenerados. ¿Cuántos hay de unos y de otros? Larry, el negrazo que conduce autobuses en Chicago, es un sujeto afable, servicial, que al parecer disfruta ayudando a sus clientes, o al menos los trata con extrema cortesía y les dispensa un servicio de primera clase. Me doy una vuelta por mi Hospital y sí, hay ALGUNOS larrys, pero ¡joder con el grueso de la tropa! El afamado caso de las tarjetas black ha demostrado que había 300 chorizos y solo cinco (¡cinco, contados!) que, poseyendo la tarjeta, no la abusaron con arduo fraude.

    Si ésa es la proporción, es fácil determinar a dónde irá el ‘sector público’. A la ruina, a la desaparición, como cualquier otra empresa que se queda sin producto, sin clientes, sin financiación y sin futuro. Ojalá no pase, porque viviremos (todos) mucho peor, pero algo me dice que sí pasará; que unos tiran del carro y vivirán de puta madre -mucho y bien-, y otros quieren subir al carro pero se quedarán hincados en el barro. Ojalá no pase, siquiera porque todos creemos merecer el carro, pero lo mismo solo nos toca el cieno.

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  5. Ante la infravaloración de lo público, la ignorancia real o fingida de la desastrosa (y culposa en muchos casos) administración por sus dactilo/electos ¿responsables?, y la galopante corrupción instalada en todas las más «altas instancias» de la gobernación de España, sólo advierto una casi unánime reacción/respuesta de los damnificados:: MURMURACIONES SIN CUENTO EN PUBS, CAFETERÍAS, BARES, O TASCAS DE BARRIO, CON UNAS COPAS DE WHISKY, TINTORRRO, BERMUT O REFRESCO EN LAS MANOS. Con caras de mucho cabreo, palabras bien gruesas y los más variados insultos, eso si. a los autores confesos o en las sombras de las depredaciones y latrocinios conocidas e intuidas. Las descargas de adrenalina deben ser tan copiosas y efectivas, que a los pocos días las encuestas de voto siguen dando mayoría a la panda de los «charcuteros» y llegado el momento de votar, se sigue comprando la cuerda, y votando a los verdugos que con ella nos ahorcarán. ¡¡JODER QUE TROPA!!, que en su día proclamó el padrino/boss mayor del reino. Nuria

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    • Hay un economista/tertuliano (creo que últimamente lo llaman poco) que se llama Juan Francisco Martín Seco. Escribió un ensayo titulado ‘La farsa neoliberal’ donde expone juiciosamente por qué debe existir un sector público fuerte, por qué muchos servicios solo son accesibles en un contexto público, por qué sin impuestos no hay progreso social, etc.

      El problema radica en definir quién se siente partícipe de ‘lo público’. Quién lo defiende DE VERDAD, pagando impuestos sin remolonear, sin abusar de los servicios, cuidando el material, etc. Quién, coño, quién. En lo que me concierne, yo lo que veo es un ejército de quejicas y soplagaitas. Papimamis que no desean mejorar la educación pública, sino que SU hijo no sufra rigores. ‘Usuarios sanitarios’ que no desean mejorar la sanidad pública, sino resolverse SU cocido.

      Todos esos ‘sus’ son muy respetables, pero no necesariamente los veo vinculados a ‘lo público’. De hecho, se me parecen más a ‘lo privado’.

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  6. Porque uno, dos o cien herradores den más martillazos en la herradura que en los clavos que la fijan, no creo sea imprescindible, ni siquiera aconsejable, clausurar les herradurias. ¿No le parece Doctor?.Nuria

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    • Hay una maniobra médica, la punción lumbar, que consiste en sacar líquido de las profundidades de la espalda mediante una aguja bastante larga. La clave estriba en posicionar adecuadamente al enfermo, pero no deja de tener su dificultad. A veces, la aguja entra con un ángulo erróneo y lleva una dirección igualmente errónea. ¿Qué se debe hacer, torcerla para enderezar su trayectoria? Nunca: puede partirse, de modo que es preferible sacarla y pinchar otra vez, pero mejor.

      Quiere decirse que rectificar no tiene nada de malo. Desde luego es mejor que empecinarse y emborricarse en el error. Sobre todo cuando el error depara sufrimiento y acarrea gasto. Ambos son absurdos, si pueden evitarse.

      Se crearon costosas Unidades de Infertilidad. Cabe discutir si la infertilidad es una patología, habiendo tantos niños desamparados, pero en fin, aceptemos que lo es y que se justifica ‘tratarla’ de manera específica con cargo al erario. Ahora bien, ¿es legítimo que esas unidades atiendan GRATIS a lesbianas, que no son infértiles, sino que desean embarazarse de forma más ‘amable’? Mi respuesta rotunda es que NO: no con MI dinero. No dudo que esas lesbianas tengan ‘derecho’ a gozar de mejor calidad de vida, pero que se la procuren con SU dinero. Como yo, cuando voy al dentista.

      Lo cual que estoy planteando los límites de la ‘solidaridad’ y de la ‘gratuidad’. ¡Sencillamente porque hay déficit, leches! Hay déficit, y el bienintencionado suele ofrecer la siguiente receta: que paguemos más (los demás, no él).

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