Monsergas cum laude

Jueves, 12 de abril de 2018

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La Medicina, ¿es un oficio o una profesión? Se lo pregunto a mis alumnos buscando una respuesta nítida y razonada, la única que sirve. La mayoría no habla, solo es perceptible el rechinar de su maquinaria neuronal. Algún intrépido aventura ‘profesión’, con cierto énfasis, o susurra ‘oficio’, con voz trémula. Yo permanezco callado y se monta lo que se dice una asamblea popular, que si yo creo, que si a mí me vas a contar, que si la reina Leticia sube o baja… Hasta que un pollo cree resolver el pollo con burda diplomacia: ‘es las dos cosas’.

Pues no. La Medicina satisface varios requisitos que la definen estrictamente como una profesión. No me extiendo en todos –no por ser muchos o aburridos, sino porque luego no van a clase– y me ciño al primero: disponer de un título académico que certifique una sapiencia clínica esencial.

La Ley ordena dónde estudiar Medicina, cuál es el plan de trabajo, quiénes imparten las clases, cómo son los exámenes y qué documentos dan acceso al Grado. Con mayúsculas, el Grado y la Ley estipulan a quién se le otorga el Título y con qué alcances. El primero, y no pequeño, reconocer el esfuerzo y mérito del alumno, pues las materias no venían grabadas de serie en su cráneo bachiller. Otro alcance, más gordo, garantizar a la sociedad que el interfecto no es un garrulo.

Sufre Vd. un litigio con Hacienda y necesita un abogado. ¿Qué es lo mínimo que debe exigirle? Que sepa algo de Derecho. ¿Desea descifrar a Hegel sin intermediarios? Pues necesita, claro está, un profesor que sepa alemán. ¿Le gusta conducir? Fantástico. Pero, ¿quién certifica que sabe/puede hacerlo medianamente?

Quien expide un título contrae una dura responsabilidad social, porque más allá del ego del poseedor, más allá del bello marco para enseñar a las visitas, está la certeza colectiva de que todos (sí, cualquiera de nosotros, o sea todos) recibiremos asistencia técnica solvente. Los juristas llaman ‘zurupeto’ al que ejerce sin el respaldo de una titulación. ¿Pongo un zurupeto a dirigir una central nuclear? ¿Qué tal un zurupeto realizando un trasplante cardíaco? ¿Y si dejamos que el AVE lo diseñen zurupetos? No sé usted, pero desde luego yo no deseo someterme a una legión zurupética.

Demos ahora otro paso. Veamos a un profesional experto que, por inquietud intelectual, desea alcanzar el doctorado. El pobre diablo, con la ayuda de su director de tesis, llevará su cerebro al límite, para aprender cosas que no sabía y desaprender otras inservibles. Se aplicarán, ambos, una disciplina férrea y agotadora, porque siempre hay un detalle huidizo, una fecha que se viene encima, un hallazgo inexplicable. Siempre hay una jodienda, aunque el límpido texto de la tesis haga creer que no hubo sufrimiento ni pesares, pero los hubo y hubo que domeñarlos. Así que el doctorado no es solo un premio laudatorio, sino un mecanismo para que las cosas se hagan mejor. Mejor para todos.

La institución académica que expide un título académico, valga la redundancia, eleva a documento público el mérito del titulado y la seguridad del prójimo. El fedatario público que les otorga fe pública, valga la redundancia, enaltece al poseedor, sí, pero sobre todo fomenta el mejor para todos.

Ahora saca pecho una individua que ya no es ‘solo’ licenciada –no le bastaba tan escaso honor–, sino ‘máster’. Soberbio, pero resulta que hacía novillos. Opinaba que las clases magistrales eran inútiles (para qué asistir). Tampoco se examinó de la forma canónica, ni aprobó todas las asignaturas (alega que tenía responsabilidades más perentorias). No escribió ni defendió el trabajo que culmina y da sentido al ‘máster’ (se escuda en que era un mero trámite). Pero todo eso, con ser grave, no pasaría de la vergüenza personal de una tuercebotas con ínfulas y zurupeta recalcitrante. Lo gordo estriba en que haya ‘catedráticos’ que avalen semejante conducta, como gañanes sin escrúpulos. En que dispensen títulos como hazmerreíres, de ‘máster’ o de lo que sea, y todo se convierta en una sentina gangrenosa.

Es absurdo que el buen estudiante se vea obligado a competir con gentuza que falsifica sus notas. Que del verdadero doctor, cuya tesis nos beneficia a todos, se burlen los mangantes que ‘compran’ un título sin asomar el hocico por las aulas. Que la Universidad, que ésa sí que la pagamos todos, se devalúe insensatamente, pues que hay un matiz peyorativo en lo ‘académico’ (algo así como ineficaz, trasnochado o cadavérico), pero también está su acepción valiosa: la grandeza intelectual, la superioridad del raciocinio y, en el fondo, la aspiración de vivir mejor.

Es ridículo (y peligroso) caer en manos de zurupetos que, encima, se creen con derecho a barnizar o falsear su ignorancia a mi costa. Con lo que llego al epicentro del asunto. ¿Qué justifica la existencia y el presupuesto de la Universidad? Si soy profesor de educación superior, ¿qué significa ‘superior’ y por qué ha de sostenerme el contribuyente?

Es obvio que España ha optado por un modelo de numerosas universidades (siempre cerca de casa) y escasa exigencia para matricularse/titularse, con la consecuencia de un considerable monto/montaje para nóminas de profesorado y mantenimiento de edificios. De la factura (que es gorda y alguno la engordaría más), ¿cuál es el rendimiento? Si de un ‘máster’ salen zurupetos chungos, con notas falsificadas por tribunales fétidos, ¿por qué debemos financiarlo?

Temo que el asunto de la interfecta quede en nada. Lo temo, primero, porque eso de aspirar a la excelencia es un lema hipócrita que retrocede ante el deseo mucho más extendido de seguir, virgencita, igual. Pero lo temo, sobre todo, porque nos llevaría a palpar lo candente: si nuestro gasto en Universidad es inversión, o no pasa de cañón; si la nómina de la ‘profesora’ que balbucea penosamente ante las cámaras es un justipago o un dispendio idiota.

22 comentarios en “Monsergas cum laude

    • Si, en tiempos, fui partidario de las empresas públicas, que me borren del equipo. Parece que ‘empresa’ y ‘pública’, en la misma frase, constituye un sinsentido. Cuanto más decimonónica es la ‘empresa’ (la Uni, un suponer), peor. Un abrazo.

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  1. Estoy convencido de que no quedará la vergüenza sólo en eso y la van a despedir, aunque los motivos tengan poco que ver con la honestidad de sus actuales valedores y sí con el oportunismo, con la vista puesta en las próximas elecciones por parte de todos, desde el PP a Ciudadanos, PSOE y Podemos, cada cual arrimando el ascua a su sardinba como nos tienen por otra parte acostumbrados.
    Más allá (o más acá), la Univers. se ha cubierto de una capa de mierda que será difícil limpiar. ¿Extensiva al resto? Me faltan elementos de juicio, aunque mucho me temo que, de rascar un poquillo,..

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    • Aciertas de pleno: el deterioro de la formación digamos académica obedece a un desprecio generalizado, aqu alcanza a todos los sectores políticos. Daniel Innerarity se preguntaba esta semana por los vínculos entre políticos y sociedad. A su juicio, algo debe de haber semejante entre ambos, para que de ella salgan tanto chorizo como ellos. Creo que el fondo común es la ignorancia, no en el sentido del conocimiento (que también), sino en el sentido de la insensibilidad moral. La Ética no se entiende y la ética brilla por su ausencia.

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  2. Bueno de siempre en España ha existido esa rara enfermedad llamada » Titulitis» a cual tenía en su casa mas títulos o simplemente cursos enmarcados… En este caso yo no pongo la mano en el fuego por la honestidad de nadie, sobretodo políticos (psoe, podemos, etc ) aquí lo que toca es el oportunismo, con vista puesta en las próximas elecciones por parte de todos… Por otra parte la Universidad deja mucho que desear. Y no hablemos de ética porque entonces la vergüenza sería de órdago…

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  3. Con la ‘zurupepeta’ recién salida del horno (una entre X, y miedo me da despejar ésta) me hice serias preguntas. No están directamente relacionadas con la política, pero ahí van.

    ¿Cuánto cuesta un máster? ¿y una carrera?; ¿una FP? En definitiva, ¿cuánto cuesta obtener un título?

    En términos monetarios, ‘pos depende’. En tiempo dedicado-esfuerzo parece que la respuesta también es bastante ‘gallega’.

    ‘Pos depende’ del momento en que se hace. Sin ánimo de ofender a los de mi generación y siguientes (tampoco pasa ‘na’ si se ofenden), el esfuerzo requerido para sacar un sobresaliente en los últimos años del insituto (que no ha sido pequeño, pero en fin…) es menor que hace unos años. Dando más pasitos hacia delante, lo mismo ocurre en la carrera y me temo que pasará lo mismo en un máster. Sentiré náuseas si eso mismo pasa en unos años con una tesis doctoral. Me ‘bajo de la vida’ si eso ocurre con una cátedra.

    Hoy, todo en masa y a lo loco. En mi generación todos los que han querido hacer una carrera, acaban automáticamente cogiendo un máster (la carrera sin nada más -excepto en Medicina- ya no les da trabajo). Terminan el máster y se encuentran con que todo el mundo tiene un máster. ¿Cómo discernir entre uno bueno y uno menos bueno?, ¿qué CV necesitan? Porque parece que es lo único que aquí importa.

    En nuestra carrera. Prácticamente todos pasamos a segundo curso -sin herniarnos tampoco-. De 120 que acceden a la carrera aquí unos 100 nos presentamos al MIR al acabarla. Mi papá me contaba la sangría que se formaba en sus tiempos para poder pasar de primero. Era fácil entrar en Medicina. Pero desde el principio tenías que demostrar de qué leches estabas hecho. Y muchos abandonaban (mi madre, sin ir más lejos, aunque sospecho que fue más avispada que aquél).

    En la residencia, los juegos del hambre. Hambre de puntos, publicando un poquito por aquí, yendo a este congresillo y preparando la tesis por allá. 1 000 000 000 000 artículos publicados (mechchis si no eres buena buscando y hallando información realmente relevante, una se vuelve majareta), 400 000 congresos (algunos saben aprovecharlos bien, otros se lo pasan ‘mu bien’ también), 100 000 resis ya han hecho la tesis. Y, bueno. Eso esta guay. Todos activos. Todo vale.

    Ahora bien: ¿qué cojones hay que hacer para demostrar que eres bueno?; ¿otro título?, ¿inventamos más ‘pasos’? A lo que voy es que creo que, desde mi corta experiencia y desde mi observación, los títulos ya no son lo que eran. De hecho, dado que ya no lo son, no veo razón por la que evaluar ciertas habilidades solamente con ellos (no quiero por ello anularlos, ojo). El ‘cara a cara’, la demostración -en la medida de lo posible- puede que refleje mejor la profesionalidad del sujeto. Puede que me equivoque. En unos años lo veré (DM).

    Yo no sé exactamente cuáles son las habilidades (profesionalmente hablando, que otras habilidades ya hemos visto que tiene) la individua, así que, sinceramente, que se joda si nos la ha ‘colado’; bien; pero que su puesto no lo ocupe otro espécimen con un CV brillante mas con pocas ‘luces’, por favor…

    Saludos.

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    • Un tal Patrick Rothfuss ha perpetrado una saga novelosa-histórico-fantasioso-medievalizante, cuya primera entrega era ‘La sombra del viento’. No sé cuántas van ya. Como fuere, el personaje central, Kvothe, va desgranando recuerdos de su paso por la Universidad. Un lugar exigente, complejo, donde se aprendían cosas de mucho y arcano valor. Mejor dicho, donde se enseñaban, porque luego había quien las aprendía mejor. O peor.

      Me gusta una palabra con la que los mexicanos suelen encabezar sus documentos: constancia. Fulanito asistió a un curso, sí, o impartió una conferencia, sí; pues bien, se deja constancia del hecho. ¿Fue con aprovechamiento, se alcanzaron los objetivos? ¡Ah! Eso tiene que aguardar al examen (al menos en Oncología, juro que tienen muchos más exámenes que nosotros.) Entre los anglosajones, la constancia se dilucida cada vez más con los ‘contadores’ a la entrada y a la salida. Máquinas aparte, sigue siendo necesario demostrar que hubo algún aprovechamiento. Ahora bien, ¿cómo lo demostramos? ¿Con un examen banal, reiterativo, con las mismas preguntas de toda la vida? ¿Con ejercicios prácticos que no sabría hacer ni el que los propone?

      La cuestión del examen plantea 2 problemas. De entrada, su tipología: hay que optar entre lo de siempre (la principal ‘tarea’ es corregirlo) o bien algo innovador, incluso original. Ni siquiera en eso nos pondríamos fácilmente de acuerdo. (En estos casos se esgrime el caso de Steve Jobs, al que sería absurdo juzgar por los parámetros convencionales; pero se oculta el hecho de que las personas tipo Jobs no son representativas más que de sí mismas.)

      El segundo problema es más arduo: la ecuanimidad y honradez del examinador. Anda en bocas un litigio por una plaza de Estratigrafía en la Universidad de Oviedo, a la que optaba el hijo (entrante) del catedrático (saliente), sucediendo que el entrante ha suspendido seis veces y todos andan en juicios, incluso años después de la jubilación del saliente. Ya deben de ir por el Supremo de Schleswig-Holstein.

      En el fondo, todas esas zarandajas ‘legales’ no ocultan 2 hechos fundamentales. Uno, el alumno ha de aprender cosas nuevas y él, en su fuero íntimo, sabe si las ha aprendido y con qué solidez y qué necesita para afianzarlas. Dos, alumno y profesor y sursumcorda deben ser honrados, consigo mismos y con la sociedad circundante; de no serlo, no hay en el mundo freno bastante contra la corrupción. Hace unos años tuve la oportunidad de asistir a un curso formativo superior del IESE. Juro que leí toda la bibliografía e hice todos los ejercicios. Pues bien, el fulano que se sentaba a mi lado no solo anduvo racaneando, sino que despreciaba ostensiblemente todo aquello, los conceptos y la metodología. Obtuvo el título igual. ¿Me duele? No. Lo veo de vez en cuando y me alegra constatar que sigue siendo el mismo idiota.

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      • Demostrar, pues, que con la obtención de ‘x’ título se ‘garantiza’ que ha habido constancia y esfuerzo resulta difícil. Más aún el ‘garantizar’ que ese esfuerzo lleva pareja la facultad para realizar una serie de acciones con solvencia.

        Desde luego que es difícil, supongo que por eso no hay un sistema universal para evaluar dichas capacidades. ¿Controlar la entrada y la salida? Ya vi hace un par de meses en el programa ‘En el punto de mira’ (y no suelo ver casi la televisión) cómo unos funcionarios en la Ciudad de la Justicia de Valencia «entran, fichan y se van» (ni 2 minutos en su puesto de trabajo). Dudo tener tanta puntería como para pensar que ésos son los únicos que cometen absentismo laboral, por lo tanto, la honradez, pues bueno,… creo que es algo utópico pensar en ella de forma generalizada (tal vez me esté volviendo algo pesimista).

        Lo que creo que no sería una locura (sí requeriría esfuerzo adicional por parte de examinadores y examinados) es el complementar una parte teórica con una práctica. Se me ocurre el ejemplo del Conservatorio de Música, donde se evalúa el Lenguaje Musical y la parte teórica por un lado, vale; pero mal vas si no eres capaz de ‘atinar’ con un instrumento musical delante de no sé cuánta gente sin que el temblor de los dedos te impida demostrar que ‘has estudiado’. De hecho, vas jodido si no lo eres. Saber dónde, cuándo y por qué se pone una vía venosa si no sabes cómo -porque nunca lo has hecho-, no asegura a nadie tu facultad para hacerlo. Así pues, el añadir más títulos ‘teóricos’ en lugar de complementar unos pocos con una parte ‘práctica’, no me parece del todo acertado.

        No voy a dejar de escribir algo sobre el libro de Patrick Rothfuss que has mencionado antes. Me encantó, a pesar de que los libros ‘fantásticos’ nunca me han llamado la atención. Comenzó con 3 cosas que lograron que me enganchara desde el principio: la tragedia, la enseñanza y las fervorosas ganas de aprender. El segundo libro («El temor de un hombre sabio») también es para mí un ‘libro-droga’, pero me dejó un poco cabreada porque todavía no ha llegado el tercero (maldita sea).

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  4. De las empresas públicas. Mi MIR no tuvo pufo. 28.000 para 1.500 plazas. Pero con un sistema de evaluación-selección que no es mejor ni peor que otros. Conozco residentes mejores y peores que yo, y eso no está en relación con el número. Un doctorando (no de medicina) presentó una kk de tesis. Un asistente al acto, que al parecer había leído el cuento del traje del emperador desnudo se lo dijo. Al responderle en petit comite lo admitió. Pero cometió un error. Dijo que en unos años nadie se acordaría de que fue una kk, y el seguiría siendo doctor (y profesor). Fue un error porque aún me acuerdo, si no lo llega a decir… Una Ope aparecieron exámenes contestados a dos tintas. Un dirigente fue a la cárcel. Ahora es dirigente en otra Comunidad Autónoma. En otra OPE sólo, un candidato, no era para él. Le pusieron tres casos. Se aprobaba con 21 puntos sobre treinta. Le pusieron 20,4. En otra, casualidad, el síndrome raro se lo leyó la víspera (sic) el candidato, y va y cae. Un caso raro de reuma con alteraciones dérmicas para el encargado del tema. Dos o tres hijos de jefe, que por supuesto se retiró del tribunal (dejando a un fiel en su lugar). Adivinad que hizo el hijo. Una con ataque de nervios dejó el examen y se fue. Era candidata y sacó plaza. Un opositor a cátedra, «la suya», se encontró un tapado (de otra ciudad, luego se supo que quería venir por una novia nueva) y un tribunal que parecía amigo y no lo fué. Un jefe que pidió al acólito, que se examinaba, que pusiera el caso él, que era mucho trabajo. Una OPE que sacó el tercero en discordia, porque el tribunal se partió entre los dos primeros y no cedía nadie. Unos que suspendieron la oposición porque en méritos hubieran adelantado al candidato. Y la frase de todos para enmarcar: «Vale, pero no me cambies las costumbres cuando me vaya a tocar a mí, si hay chanchullo que siga cuando sea mi turno». A que tengo material para una novela? O una serie…

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    • Cualquier ámbito profesional puede verse viciado por lo que Josu Mezo bienllama ‘el efecto ranking’. El término proviene del deporte competitivo, que da lugar a una tabla clasificatoria absolutamente incuestionable: el que gana, gana, y el último fue, sin duda, el peor. Proyectar esa ‘tabla de resultados’ a otras profesiones es una idiotez, en la que, por cierto, los médicos incurrimos con harta frecuencia. Dicen que somos ‘competitivos’ y no es cierto: lo que somos es pueriles, con un error de base/concepto.

      Pues vayamos, encima, a los precimientos para elegir al ‘mejor’. Oiga, amigo, ¿en qué y en qué medida es usted mejor? ¿Mejor que quién y mejor para qué? ¿Mejor hoy o también mañana? ¿Mejor mejorable o mejor opinable o mejor mejorísimo o mejor pero no tan mejor?

      Y va un ‘tribunal’ y se apresta a la engañifa. Y ponen cara de docta sapiencia y ecuánime ponderación, los tíos, y todo es un descojono. Luego, cuando el ‘mejor’ (en apariencia) se revela como un canalla indigno, la cosa ya no tiene remedio, o cuando el ‘peor’ resulta que era un genio, tampoco hay vuelta atrás. Todo tiene el sello indeleble de la cagada administrativamente irreprochable.

      ¿Escéptico, dice usted? No sabe cuánto. Creo que ninguna ‘plaza’ debe ser vitalicia; que ningún tribunal puede asignarla per secula seculorum; que nadie tiene ni siquiera el derecho a solicitarla y desde luego nadie a otrogársela. Que cualquier mecanismo de ‘promoción’ es corruptible y, en algún momento, corrupto. Y que no soporto al lameculos ni, sobre todo, al culolamido. (Voy a por el trankimazin.)

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  5. Impagable ( y tristemente creíble) el anecdotario del Dr. Barceló. Coincido con mi apreciado José Manuel en que debiéramos ser auditados de forma externa, validable, objetiva e independiente. En un momento dado demostré más méritos y más ciencia que mis colegas de OPE, pero quizá se mantiene ese status ahora? O vivo de esa creencia y del prestigio de tiempos pretéritos?

    Por lo demás, a la Universidad no le bastaba con el monocultivo investigacional (si discrepas de la doctrina investigacional del Jefe de Departamento date por jodido, como en el celebérrimo chiste), prodigar cum laude poco menos que de oficio y el nepotismo, ahora también se dedica a vender titulaciones cual indulgencias o, mejor, patentes de corso. Mi pésima imagen de la institución sale reforzada con estos affaires…

    Un abrazo

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    • La consecuencia más obvia del ‘poder’ es su abuso patrimonial. Se lo concedes a alguien y se lo apropia y empieza a dar sartenazos (a los enemigos) y a promocionar por ‘confianza’ (a los amigos). Personalmente, insisto, nunca le daría a nadie nada de forma vitalicia e incontrolada, y desde luego le prohibiría designar a ‘su’ gente. (Es como en el fútbol: contratas a un entrenador y se te viene con toda la moraralla que le reporta jugosas comisiones. Pues no. Que venga solo.)

      Cada vez soy más alérgico a la palabra ‘confianza’. La lealtad me parece un valor cojonudo, pero cuando deviene sumisión es como cuando el Dr. Jekyll se convierte en Mr. Hyde. La tentación del bebedizo parece ser incontenible; pro lo tanto, lo mejor es que el dueño del bebedizo no sea dueño del laboratorio.

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  6. Si por causa de la «titulitis/caraduritis» de la Cristi los Diplomas MASTER quedan devaluados y devienen en pruebas sospechosas, ¿con qué taparán tantos como están «hiciendo de políticos», los desconchones y manchas de las paredes de sus salas de estar en las mansiones que se «mercaron» algunos de ellos como compensación de sus «sacrificios» en defensa «del pueblo»?. ¡Jo, que dura es la vida y que despiadada la ciudadanía con sus «esforzados» adalides!. Ernesto.

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    • Curiosamente, lo académico era tradicionalmente visto como algo más bien ortopédico u oxidado, mientras que ‘molaba’ más el dinamismo de lo concreto, el día a día. El político era ese tipo impulsivo, ocurrente, que venía a resolver los problemas reales del pueblo, en vez de pasarse la vida leyendo libros. Por su parte, el estudioso -ratón de biblioteca- bastante tenía con su huequecito en la universidad.

      La distintición, con sus ribetes más o menos chuscos, era menos grave que su disolución. Ya no existe, porque el político también ha visto ahí un nicho del que apropiarse. ¿Necesitaba Cifuentes el ‘master’? No, para su vida actual. Sí, porque era la puerta al doctorado y al profesorado, el cual podría ser un refugio dorado como mínimo hasta los 70 años, si la política no diese para más.

      Estos individuos ya no es que tengan espolones para aferrarse al cargo: es que matarían por encaramarse a la cucaña. (Con todo, si están ahí es porque alguien les ha votado/vota. Ojalá se lo comiesen con su pan.)

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  7. Desgraciadamente, los políticos que ejercieron en un no muy lejano pasado, unos procedentes de la clandestinidad y otros que aunque más o menos asustados/adaptados durante el régimen anterior abrigaban ciertas ansias de superarlo y trabajar por ello con bastante entrega y alguna dignidad, han desaparecido del panorama político y administrativo español por causas físicas o políticas.

    Unos murieron físicamente cuando madre natura así lo decidió, y a otros «les murieron» políticamente quienes, – la mayor parte de los actuantes actuales – como aplicados «másteres» de la tradicional e histórica picaresca que puebla nuestra literatura, descubrieron en salones y despachos político/administrativos, generosos viveros de no menos generosas sinecuras, así como laboratorios desde los que «fabricarse» un futuro personal más «brillante» y sobretodo opíparo que el que dejaron al decidir «sacrificarse por el pueblo». Eso, los que dejaron algún pasado profesional o laboral, pues una no desdeñable parte de ellos, vienen de la más absoluta inepcia. Tampoco ignoraré que hay muchos cientos que actúan con honestidad y decoro, pero no es menos cierto que de estos, ninguno está en las cúpulas.

    Dependiendo del grado que alcanzaran en el escalafón del mercado de arrebatacapas en que convirtieron la acción política, unos se limitarán a perpetrar pequeñas pero sistemáticas rapiñas que les permitan acumular generosos fondillos-paraguas monetarios que les pongan a la plácida sombra cuando el chollo llega a su fin, bien de forma estatutaria o por la acción de otro que, como ellos hicieron en su momento, le arrebaten su propia capa que, cuando son ellos los caídos si, considerarán que es anti-democrático y caciquil.

    Los que lleguen/pululen de la mitad para arriba en el escalafón, desde su laboratorio jerárquico con disponibilidades de presupuesto para repartir «mordidas», se fabricarán, «en compañía de otros», un brillante «currículum» – universitario a ser posible- para que al regresar a su ámbito anterior a su «sacrificio patriótico» alicatados de certificados profesionales de «postín» hasta las orejas, les posibilite escalar después, cuando vuelvan a donde vinieron, a posiciones que no tenían antes. Los que las tenían

    Y por fin, los que después de denodados «esfuerzos», maniobras palaciegas, traiciones a algún colegui competidor, acuchillamientos por la espalda, etc.,etc., alcancen los más altos «nidos» politico/administrativo/gubernamentales, aparte de las mordidas propias, organizarán en sus amplios salones, despachos en cálidas penumbras, palcos varios, etc. – muy discretamente eso si, – espléndidos saraos en los que derramarán con generosidad el aceite de los presupuestos de inversión pública sobre los goznes de robustas y poderosas puertas giratorias. Puertas que darán paso, cuando la hora de plegar velas en la covachuela estatal llegue, a no menos brillantes y alimenticios despachos de mastodónticas empresas privadas para las que – estas si y sólo para estos sujetos – las licenciaturas, másteres, etc., importan muy poco o nada. Se trata de premiar y agradecer la «fidelidad en el servicio» ¡¡público, claro es!!, durante sus periplos por las cimas del poder.

    Esta, Sr. Doctor, es la panorámica real que se puede divisar al día de hoy. Lo jodido es que todo ello parece haberse infiltrado por los poros de lo que un cursi denominaría «cuerpo social». Es posible – no me atrevería yo a negarlo taxativamente – que tras unos pocos años en que pareciera otra cosa tal cual fue la efervescencia popular en el arranque de este periodo, el actual cuerpo social esté de alguna manera igualmente impregnado de la atávica picaresca tan profusamente ilustrada en nuestra literatura, y más que detestar envidie.

    También podría suceder que aunque pudiera haber alguna tendencia más o menos representativa por expulsar a los «bucaneros» del timón del barco, la gente no vea ninguna tripulación nueva que le inspire demasiada confianza. Yo de todas formas, y puesto que la navegación debe seguir por imperativo vital, me despediría en esta ya farragosa nota avanzando mi impresión que no es otra que, siendo eso así de irreversible, quizá debiéramos intentar sustituir a los actuales por otros que al menos de momento no tengan demasiadas pústulas a la vista. Sabiendo que hay muchas posibilidades de que, aupados que sean al podio, no tendríamos que esperar cuatro años para llamarles H.P.. Pero puesto que la abstención absoluta no es esperable, ni el monte es posible, no parece haber otra salida. ERN.

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    • Todo el que escribe, en el fondo, tiene algo de moralista. Seguramente yo no podría impugnarlo, si me motejasen de tal. Quizá por eso, como vacuna que debe repetirse cada cierto tiempo, me pongo en plan pragmático y digo…

      Uno, que ‘el pueblo es sabio’ es un lema estúpido. La gente se deja engañar, sin más, o encuentra cierta conveniencia en el engaño, antes de abrazar otra causa igualmente insensata, o provechosa. Por suerte, la ‘fiebre’ no les dura mucho y en poco tiempo -siempre poco- el ‘pueblo’ se siente concernido ¡y a otra cosa!

      (Estos días, un tal Fidalgo, antaño secretario general de CC.OO., nada menos, se ha ciscado en absolutamente todo lo que constituía el sindicalismo, no ya tradicional, sino meramente instrumental. Era el ‘pañero’ incombustible, ganaba los congresos por goleada, etc, y ahora resulta que es un agente del capitalismo salvaje y el liberalismo ultra. Tempus et mores.)

      Dos, que el prestigio político viene a ser como un terrón de azúcar. Parece compacto por un tiempo -siempre breve- y al mínimo avance del café con leche se desmorona, sin remedio. Así le pasó al pobre Suárez, un falangista oportunamente reconvertido en demócrata -creo que llegó a serlo sinceramente-, al que la sociedad española mandó a la mierda al cabo de apenas 5 años, solo para percatarse decenios después de que echarlo fue un error.

      Justo en 1 y 2 se encierra mi principal reparo a una eventual III República: no tardaríamos ni 2 meses en darnos de hostias. Otra vez y por las mismas idioteces.

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  8. No me considero moralista. Ni es mi intención dar consejos. Soy simplemente un habitante de este País, porque azares de todo tipo y todos incontrolables por el hombre, así lo determinaron. Pero mire Ud.: vivo aquí (quizá porque no fui capaz de buscarme la vida en otra parte del globo), y me parece razonable – diría que obligado – observar lo que sucede, las acciones y actitudes los autores más responsables (no digo responsables en términos de culpa), de que así suceda.

    Y ya, visto lo visto a lo largo de un cierto periodo de convulsa navegación del territorio donde hace ya bastantes años recalé por esos caprichos de naturaleza reproductiva que dije, no será temeridad o intromisión constatar que la deriva de esta nave es manifiestamente mejorable; ni asimismo será muy censurable que haga visibles mis observaciones, que realice una aproximación a mis deseos, y que avance lo que a mi me parecería necesario para, al menos, corregir el rumbo en lo que sea humana y políticamente corregible.

    En el actual contexto de este – en mi opinión – desdichado País, terminaré como aproximadamente suele despedir sus programas una afamada (no se si justamente o no, pues no la sigo demasiado), presentadora de debates en televisión: «estas son mis observaciones, mis deseos y las correcciones que se me alcanzan; de ustedes dependen las soluciones».

    En esas posibles soluciones, no me plantearía ser sólo espectador. Lo que no haría es buscar – ni aceptar si alguien o alguienes tuvieran la malhadada idea de sugerírmelo – el puesto de capitán, timonel, ni siquiera coordinador de maniobras o simple delegado de otros, con poder de decisión, por pequeño que este fuera. ERN.

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    • Solo puedo poner un mínimo reparo al adjetivo ‘desdichado’. Ni por historia ni por presente está nuestro país fuera de la órbita de los grandes países.

      Abunda un discurso ‘disolvente’ respecto de nuestra Historia que está muy fuera de razón. Mientras España fue una potencia mundial -de hecho, LA potencia- contribuyó muy sustancialmente a diseminar lo que llamamos civilización. Me gusta un libro del sociólogo Jáuregui, ‘España vertebrada’, donde se expone un patrimonio cultural, arquitectónico y artístico no solo inmenso, sino que se sigue haciendo.

      Abunda una visión ‘cainita’ de nuestra estirpe, como si no hubiese habido guerras civiles en otros lares. No es cierto que seamos más belicosos. Tampoco es cierto que seamos particularmente corruptos, como hijos de una sangre degenerada. La leyenda negra que nos han colgado los anglosajones tiene mucho que ver, por no hablar del absurdo sentimiento de minusvalía que se ancla en la pérdida de nuestro imperio colonial. Lo tuvimos siglos, lo perdimos hace más de un siglo, y aquí seguimos, fuertes en Europa e invirtiendo en todo el mundo.

      Abunda una impresión de que somos pobres diablos, sin sanidad, sin educación, sin universidades punteras… Algo de eso hay, pero no todo. Nuestros indicadores de salud, y no digamos la esperanza de vida, tienen poco parangón. ¡Se come, coño, y se come bien! Incluso en los períodos de crisis, apretando un huevo con el otro, como debe de ser, mantenemos el tipo mejor que otros. Como mínimo, igual que otros.

      ¿Cosas mejorables? Seguramente todas. ¿Y empeorables? Todas, con certeza.

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  9. No escribí «desdichado» como si en Europa o en el mundo, sólo España lo fuera. Historia e historias de siglos pasados aparte, en los que hay muestrarios para todos los gustos y no son los españoles los peores de todos, creo que podemos hacer alguna acotación circunscrita a los últimos decenios.

    No por nada, y quizá desde un posicionamiento anti/histórico, sino porque el tiempo es inmensurable, pero la vida de los hombres ¿diré también hombras, o mujeres y mujeros, para no herir susceptibilidades de género? es limitada y, para bien o para mal, nos toca apechugar con momentos bien acotados.

    Como creo dejé escrito en anterior intervención, hace ya muchos años que inauguré mi circuito vital. Oiga, y a lo largo de mi singladura, siempre ¡¡¡siempre!!!, con independencia de la catadura o calaña (perdón, quise decir ideología) de los timoneles de mi «barco patrio», me han justificado los sacrificios que me imponían
    duranteTODA la larga travesía, con la promesa del futuro esplendoroso que me esperaba a la vuelta del inminente futuro.

    Sr. Doctor. Estoy llegando, si no he llegado ya y únicamente me encuentre en la bocana del puerto, a la Estación Términi. Y no veo en el próximo horizonte a ningún práctico que me haga más fácil el pequeño recorrido que me reste hasta el atraque definitivo. Más bien parece que, con independencia de lo que yo (en compañía de otros) haya aportado a este actual ¡¡¡»se come coño»!!! al que Ud. alude, en el presente ¡¡¡presente!!!, se da «filada» – perdón por este palabro sacado del «calorro» – a los que quizá sin haber dado nunca un palo al agua tienen las bodegas rebosantes, mientras mi presente se sigue posponiendo a un futuro que yo no alcanzaré. Y no se si alguien lo alcanzará, pues mientras el presente está bien presente, el futuro parece móvil y sigue siempre manteniendo una larga e invariable distancia, si no es que cada vez se aleja a mayor velocidad.

    Es por eso que considere que no sea yo muy apegado a ninguna leyenda negra, ni aquejado de manía persecutoria. Me creo sin embargo modestamente legitimado para evaluar a quienes en MI nombre me han machacado – han sido elegidos y tiene patente de corso – , y a sugerir a mis conciudadanos (entre los que se encuentra Ud.), para que, ya que nos permiten votar cada cuatro años, intenten ver la forma de corregir el tiro y el rumbo. La diana que se fijó se ha demostrado errónea. No diré cual, pero espero poder expresar mi deseo, sin pecar de «pedigüeño, que en la próxima ocasión sea otra la diana a la que se dirijan los votos..

    Sin demasiadas ilusiones, pero creo que a los que nos pisan el cuello dificultando nuestra respiración, se nos reconocerá el derecho de intentar cambiar de postura con el sólo objetivo de que, aunque de alguna forma nos sigan pisando, al menos podamos respirar para que esa alta media de vida a que Ud. hace referencia y que no negaré pues es real, se recorra con menos sobresaltos y fatigas. ERN.

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  10. NO SE SI DESDE SU POSICIÓN – QUE DADO COMO ESTÁ SIENDO GESTIONADA ESTA SANIDAD PÚBLICA A LA QUE AÚN MODESTAMENTE PODAMOS CALIFICAR DE CORRECTA, NO SERÁ MUY GRATIFICANTE, – ALCANZARÁ UD. A DIVISAR LA CRUDA REALIDAD DEL MUNDO LABORAL. SIN DEMAGOGIA ALGUNA, DESDE DENTRO DE EL, LE PUEDO ASEGURAR QUE ES BASTANTE MÁS DRAMÁTICA DE LO QUE EL PANORAMA VISUAL GENERAL DENOTA. DESDE HACE DECENAS E INCLUSO CENTENAS DE AÑOS, EN ESTE PAÍS SE HA APRENDIDO AL VERGONZANTE (Y VERGONZOSO) CAMUFLAJE DE EL HAMBRE CON TEATRALES APARIENCIAS DE HARTURA. DE SUS ESCRITOS, DEDUZCO QUE ES UD. AFICIONADO A LA LITERATURA. PUES BIEN, REPASE EN LA NUESTRA LOS ERUCTOS DE PLENITUD ESTOMACAL O LAS MIGAS DE PAN IMPREGNADAS EN LAS BARBAS, QUE TANTAS HAMBRUNAS REALES HAN DISFRAZADO. LA REALIDAD ES MÁS CRUDA DE LO QUE SE VE EN LAS PLAZAS. ERN:

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    • Será cierto (aunque curiosamente la ‘izquierda’ es en lo único que hace caso a Caritas), pero viajo por el mundo y no veo realidades tan distintas. En Australia, véase la tristísima condición de los aborígenes, a los que literalmente echan de comer en los parques públicos.

      Véase la situación de Grecia, de los antiguos países del antiguo Este, de Centroamérica, de los barrios marginales de Londres o Marsella o Bruselas. Ni en el hambre somos peculiares.

      Cuando me hablan de nuestra ‘catástrofe social’ pienso en Mexico, a donde he viajado unas 30 veces desde 2004. No veo parangón. En lo más duro de nuestra crisis más reciente (digo lo de más duro a tenor de lo que se publica), me preguntaban mis amigos mexicanos cómo lográbamos contener la violencia derivada de nuestra miseria económica. ¡Ándele, no me sean pendejos!

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  11. Nunca mal de muchos ha de ser consuelo de todos. Nunca las derivas de unos y otros países han sido parejas, ya que hablamos de México, que también conozco, aunque con menos viajes que Ud.. Durante algunos – pocos – años, en España se empezó a demostrar, quizá tímidamente pero de forma palpable, que sin inventar sistemas políticos que por acá es anatema nombrar se podía, sin detrimento de los beneficios del capital industrial, financiero, etc., DISTRIBUIR más equitativamente la riqueza nacional. Y se hizo sin arruinar a los «cresos económicos» y con gobiernos «normales» para la concepción que de normalidad por aquí se suele proponer, nada sospechosos de tendencias extremosas, izquierdosas, o aventureras. Incidentalmente, le diré que no era precisamente de mi gusto ninguno de ellos.

    Supongo que Ud. no ignora que con el «alibí» de la crisis (que por cierto no fueron las hoy víctimas quienes la provocaron), se ha instaurado un cambio radical en las relaciones capital/trabajo, escandalosa rebajas en las dotaciones a TODOS los servicios básicos a la población (sanidad, enseñanza, cultura, atención a la infancia o la ancianidad, desempleados ¡forzosos!, no me salga con la «pepla» de los profesionales del paro, que aunque haberlos haylos, no son los determinantes …………), basculando los recursos hacia beneficios financieros y empresariales, e incluso para rellenar con nuestros dineros y a costa de nuestras privaciones, los socavones que ellos solitos provocaron en sus propias entidades financieras y otras.

    Supongo que tampoco ignora que aunque efectivamente en muchas partes cuecen habas, en España la brecha entre los que todo lo tienen y quienes de casi todo carecen, ha emprendido una deriva sin parangón en ninguna de ellas, de alejamiento comparable a la ruptura de la corteza terrestre y la consiguiente separación de continentes y paises. Sólo que en esta ocasión no se produce por imperativos del comportamiento autónomo de la propia naturaleza. Y por cierto a una velocidad que no se ha producido ni en esos lugares que Ud. cita donde, si bien es también intolerable la ominosa brecha, al menos no se ensancha o lo hace en menor medida que entre nosotros.

    Desde todos los poderes, y no sólo desde el ridículo pavoneo del Gobierno que les sirve, se está propalando «ostentoreamente» (contra lo que tradicionalmente ha sido práctica de camuflaje), que la economía española es la que más crece entre lo que con estomagante cursilería denominan «nuestro entorno». Parecería lógico pensar que si eso es así, habría llegado el momento de estrechar la purulenta brecha de la distribución en igual medida. ¿Se está impulsando esa politica redistributiva?. ¿Se Implantan medidas correctoras para que así sea?. ¿Se derogan otras en vigor que constituyen un obstáculo insalvable para avanzar en sentido de armonización del reparto?. ¡¡¡Hostias!!!. Las pagas, cláusulas, incentivos ……..de los altos ejecutivos y los beneficios de sus empleadores, crecen exponencialmente de forma obscena. Por el contrario, se precarizan hasta hasta la caricatura los trabajos, incluidos los estructurales, se establece – o casi – el derecho de pernada tanto en condiciones de los contratos laborales, como en salarios, jornadas,……. y los «continentes», oiga, siguen su inexorable alejamiento.

    No creo haya ninguna Ley de la Naturaleza ni ningún Derecho Divino, para que esa sea la ÚNICA y DOGMÁTICA solución posible. Fíjese que no planteo que los ricos dejen de serlo, para que los pobres lo sean menos. Que sigan siendo ricos pero no tan insultantemente, y que dejen respirar.

    No está en mi ánimo ni intención hacer demagogias baratas. Sólo que los Gobiernos que nos deban gobernar, pues no es llegado el tiempo del acratismo avanzado como norma, que impongan algunos límites al atropello. No de forma dictatorial, sino siguiendo los deseos de la inmensa mayoría de los ciudadanos, como se ve en los últimos tiempos por calles y plazas. Permita que sueñe que en estos ya bastante numerosos, frecuentes y diversos movimientos, esté aflorando y se manifieste un cierto germen de resistencia más activa para un inmediato futuro. Que su velocidad e inercia no se rompan, como elemento de superación de un periodo demasiado prolongado de atonía.

    Confieso que coincido con sus amigos mexicanos en que también a mi me cuesta comprender la tranquilidad a veces pastueña de mis compatriotas ante la expropiación que nos han hecho los últimos gobiernos, de derechos que fueron conquistados con un enorme costo en sufrimientos, luchas, encarcelamientos, torturas, ¡muertes!…. Sólo se me ocurre pensar que el temor/terror hacia «la superioridad» que saben los actuales españoles hubieron de enfrentar sus padres/abuelos en un todavía reciente pasado para conquistarlos, ha quedado de alguna manera incrustado en las mentes. Fueron tantos años de sometimiento/adiestramiento «manu militari», que temo lo tiene incorporado a su ADN y hayan de pasar aún algunos hasta que las personas, una a una y colectivamente, se vayan acostumbrando a que no es imperativo votar a los que»mandan» y más «salen» en las televisiones que controlan.

    Oiga amigo. No es «moralitis», ni febril «dengue mental». Es sangrar por la herida de quien ve con cierta impotencia que las luchas, sacrificios y sufrimientos pasados, no tengan correspondencia en el mayor bienestar y oportunidades para las generaciones de hoy y de mañana. SÓLO ESO, PERO NADA MENOS QUE ESO. Y constatación de que, si tal ventura se produjese, quizá no alcanzara a disfrutarlo siquiera fuese como espectador el el arcén de la ruta vital.

    Amigo Dr., con esta termino mi participación en este tema, pues no quiero se convierta en una especie de noria de giros interminables, ni en un peloteo tenístico entre Ud. y yo. Quedo a la espera de su próxima aparición en este foro con otro de sus siempre interesantes temas. SI ES QUE LO PERMITEN LOS QUE TIENEN LA AGUJA DE MAREAR. ERN.

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