Parole, parole, protone

Martes, 15 de febrero de 2022

Ya quedan lejos los alcaldes lloricosos porque la justicia les medio-tumbó el cálculo de la plusvalía, la guerra de Afganistán (que se ganó, luego se perdió y al final ni siquiera hubo) y la defenestración del ministro Ábalos, aquel Don Pimpón resacoso y chuleta. Ya chupa menos foco el experto en pavor-pandemias y adquieren protagonismo los fondos europeos.

Dígase con solemnidad: Fondos Europeos para la Reconstrucción y el Desarrollo, que vienen/no vienen por expedientes que salen/no salen a tiempo, aunque ya sabemos que engordarán al monstruo de las galletas, ese gasto público con el que Santander, la novia del mar, teje espigones y desteje los mismos espigones, en plan Penélope indecisa y manirrota.

Para mí que estamos ante un problema idiomático. En Japón llaman amaoto al sonido de la lluvia salpicando el jardín y komorebi a la trama de luz/sombra que dibuja el sol filtrándose entre el follaje, es decir que describen fenómenos polifacéticos con palabras tan breves como intraducibles. En cambio, nuestro prócer se asfixia largando parrafadas que lo enmarañan todo. Dice: ‘Exijo más Recursos, por mi Responsabilidad y la Deuda Histórica, por mi Programa Electoral y Mandato Ciudadano, para resolver los Problemas de Vecinos y de Vecinas’.

¿Cómo expresaría todo eso un japonés? Diciendo mottainai, la melancolía por usar desmañadamente un objeto; lo que sería nuestro ‘¡vaya desperdicio!’, por malgastar algo útil o valioso, como el tiempo o la comida.

Por ahí va la protonterapia, esa invitada fantasmática que consiste en acelerar protones para estrellarlos contra tumores. Esto ya se hace con fotones, pero ¡hay clases! Un fotón es un suspiro peso pluma, así que es fácil darle vidilla empujándolo por un pasillo breve -el acelerador lineal de siempre-, aunque luego tiene la pejiguera de que también atraviesa y daña los órganos adyacentes. Por comparación, el protón es una bola gorda como de bolera americana y para acelerarlo hace falta una mega-noria gigantesca, pero es ventajoso porque golpea al tumor con más exactitud, sin tocar zonas críticas, como pudiera ser el cerebro de un niño (en desarrollo).

¿Qué hay de ella en grandes centros oncológicos? Busco páginas oficiales de los institutos Gustave Roussy (París), Nazionale di Tumori (Milán) y Karolinska (Estocolmo). El último ni la menciona, el del medio deriva algún paciente a Pavía (45 km) y el primero ofrece un ensayo para comprobar sus hipotéticas bondades en aparatos ¡fuera de Francia! Ninguno menciona un presupuesto específico para dotarse de protonterapia.

¡Será por dinero! En España ya operan 2 unidades. (Están en Madrid y son privadas, pero ahí también cabría una cooperación público-privada, ¿no?) En lo que se iban construyendo, Andalucía estuvo 10 años sopesando otra instalación en Sevilla, con un coste de 56 millones de euros, de los que Europa aportaría 40 (‘El País’, 30/4/21). Al tiempo, rumbosos como somos, transcurría otro plan en Córdoba, liderado por la empresa Mevion. ¿Para cuántos enfermos? De creer a la doctora Bayo, jefa de la radioterapia pública sevillana, unos 190 andaluces requerirían protonterapia cada año. A su juicio, derivarlos a Madrid costaría 7,5 millones de euros, mientras que los 16 millones para su nuevo aparato (recuerden, 56 de casa menos 40 europeos), ‘se amortizarían en 2 años’.

Queda patente que la Facultad de Medicina no enseña Gestión Empresarial, porque la doctora restringe la ‘amortización’ a la construcción del búnker, ¡pero oiga! ¿Es que luego no habrá nóminas, ni costes operativos, ni de mantenimiento, ni inversiones de mejora, ni tan siquiera el riesgo de que los 190 pacientes sean a la postre menos, si se reparten entre 2 aparatos o si la protonterapia no cumple sus expectativas?

La Clínica Quirón empezó en 2019 y, justo al año, afirmaba haber tratado 100 pacientes (de toda España, 60% pediátricos). Personalmente, no encuentro publicaciones científicas que certifiquen su éxito terapéutico, pero sí me topo con varias inconsistencias. Una, que Valdecilla iba a tener la primera unidad pública por 39 millones de euros para tratar 500 pacientes al año (‘Diario Montañés’, 30/9/21), cosa extraña si Andalucía preveía 56 millones para 190 pacientes. Otra, que Valdecilla sería la única, pero recién Su Sanchidad presume de que comprará 10 máquinas para Vascongadas, Cataluña, Galicia, Valencia, Madrid y Canarias, de tal guisa que España adelanta 280 millones (unos ‘módicos’ 28 millones por máquina) y al final los asume Inditex.

Si tal baile de millones no tiene un pase, que no lo tiene, ya es grotesco no saber de una puñetera vez para cuántos pacientes y qué tiene de malo lo del Gustave Roussy: ¡derivarlos al extranjero, nada menos!

Los cánceres son enfermedades heterogéneas, con distintas etapas que plantean retos distintos. Está la prevención (incluidas campañas para que el pueblo soberano adelgace y no fume), está el diagnóstico precoz (cribados de mama y colon), están las técnicas de imagen y diagnóstico molecular, está la cirugía robótica, están las terapias de vanguardia (CAR-T para leucemias), y está la radioterapia de toda la vida, y la psicooncología y la rehabilitación y la cirugía reconstructora, con sus listas de espera. ¿Dónde está escrito que la protonterapia sea la vedette del Moulin Rouge?

Con todo, el gastizo insiste. No sabe calcular el impacto asistencial del nuevo chamizo, pero ya invoca otro espíritu: la ‘investigación’. En verdad, la investigación ya la hicieron Mevion, Hitachi o Varian -las empresas vendedoras-, pero además debemos recordarle que el presupuesto de Cantabria para ‘Universidades, Investigación y Transferencia’ (el ingeniero Zuloaga al frente) es de 95 millones. Restando 86 millones de costes universitarios fijos, la verdadera investigación, entendida como futuro en toda dirección, no solo Medicina, apenas capta 10 millones. Coño con la vedette.

Menos mal que la protonterapia siempre fue humo, como el AVE, que chocó con la pura verdad: nuestro tamaño/poderío no es infinito. Menos mal que, cantando la canción de Mina (parole huecas), huiremos del mottainai, o sea derrochar sin tino.

10 comentarios en “Parole, parole, protone

  1. Ya se sabía, de la industria de automoción, que, para incorporar una novedad técnia a la serie, debe ofrecer a la vez un 10% de mejora del rendimeinto, y un 10% de reducción de costes. Henry Ford dijo una vez: ‘Show me a technical novelty, and I’ll show you a shorcut to bankruptcy’
    Pero no sólo hace falta investigar, descubrir, sino llevarlo a la industria,; la administración industrial, el marketing, habla inglés. El kapital piensa en hibrit, yiddish,…
    Lo que impera en este lugar antes llamado España no es de Isabel y Fernando el espíritu, sino el plagiarismo, la estafa, el depotismo analfabeto, el arribismo, el oportunismo.
    Carrato pudo tener que ver en el suicidio de Marisa García de Paredes, que hizo el desarrollo clínico de la VNR para Pierre-Fabre, y hay casos peores. ¿Por qué pudo decir Rafa Pérez-Santamarina Feijoo (La Paz), que ‘la oncología médica es una mafia’? Que les ondulen con la permanén, y si no les gusta, que les den Cold-krem. Agur. https://youtu.be/R8XAHNbyWIs

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    • La propaganda, en su loca carrera hacia la nada, ha manido la bella expresión ‘I+D+i’, de la que siempre me acuerdo al abrir el microondas. Alguien investigó las microondas (ese sí investigaba un fenómeno oscuro), alguien convirtió un tosco prototipo en un práctico/bello objeto industrial, y finalmente alguien (yo) decidió INNOVAR su casa y su vida con el dispositivo.

      El yo decidió que el artefacto no era solo otro cacharro oneroso y buenoparanada, y en esa decisión sopesó (naturalmente) el precio, la utilidad, la durabilidad, el servicio técnico, etc.

      Lo cual que la ‘i’ minúscula, en su aparente humildad, encierra la verdadera pulsión del ser humano: conocer a secas, sí, pero sobre todo mejorar su condición de vida cotidiana. En esa cotidianidad halla su asiento el dinero, que no se puede malgastar sin tasa, porque se acaba y luego vienen las deudas y las privaciones y los quebrantos.

      La protonterapia en mi hospital era el sueño manirroto de unos ‘investigadores’ confusos: en realidad son innovadores que desean ir al tajo en un Ferrari, pero la pasta no les alcanza.

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    • Pues que tengas suerte, porque el estudio debe llegar a saber el coste de ADQUISICIÓN, y es un arcano; el coste de MANTENIMIENTO, y es otro arcano; los años de amortización, de nuevo un arcano; y el número de PACIENTES que requieren el trasto de marras, quizá el mayor arcano de todos.

      En 2018, de los 112.000 españoles muertos por cáncer, solo 190 tenían menos de 14 años. Si al cáncer pediátrico se le atribuye una tasa de curación del 80%, esos 190 son la punta luctuosa de un iceberg de unos 950 muchachos en total. Pongamos 1.000 y pongamos que todos necesitasen protonterapia -cosa dudosa, pero en fin-.

      Pues bien, se habla de un país con 2 unidades ya funcionantes y al menos otras 10 (como mínimo). Resulta palmaria la incongruencia numérica; si se construyesen todas -también dudoso- cada una trataría alrededor de 80 pacientes al año. Son pocos desde todos los puntos de vista y demandan no una absurda atomización de las unidades, sino una distribución territorial razonable quizá de no más de 6 unidades.

      Claro está, yo no soy el experto. Solo soy el contribuyente.

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  2. Pero a un médico de a pie ,como yo, con manifiesto desconocimiento de tema, independientemente de los costes de adquisición, mantenimiento,…, le queda la duda de si todo esto de la prontoterapia se reduce a la eterna presión de los intereses económicos (en ocasiones, legítimos) frente a la ética de científicos y profesionales.
    Y, entonces, mi pregunta: ¿Cuál es su verdadera utilidad en oncología?

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    • Su utilidad se ciñe a radioterapias muy delicadas, en zonas críticas (base del cráneo, columna vertebral) y especialmente en niños. Así, 3/4 de las indicaciones son tumores pediátricos SÓLIDOS -la mayoría son leucemias-; el resto son indicaciones más bien de carácter paliativo donde la protonterapia, en fin, es una sofisticación de escaso impacto.

      Según la Asociación Española de Pediatría, incluyendo neoplasias infantiles y del adolescente, se diagnostican unos 1600 casos por año en España, de los que acaso 800 ‘necesitarían’ protonterapia. De esos 800 casos, restemos los que YA estarían BIEN tratados en las 2 unidades madrileñas (una de ellas trató 100 pacientes en su primer año de funcionamiento, de modo que ya tendrán una buena curva de aprendizaje). Del resto, ¿cuántos le corresponderían a Cantabria, región bien conocida por sus excelentes comunicaciones y servicios, entre ellos ese AVE que viene recibiendo tantas portadas del Diario Montañés?

      Una noción absolutamente fundamental en la Medicina ‘High-Tech’ es la eficiencia, lo que los sajones llaman coste-efectividad. Se trata de un cociente: en el numerador, el coste monetario; y en el denominador, el rendimiento en términos de salud (pacientes curados, por ejemplo). Pues bien, en este caso, NO sabemos ni el coste (solo la construcción, gastos operativos aparte, oscila de 28 a 56 millones de euros), ni el número de pacientes a tratar (según los días, oscila de 100 a 600 por año). En consecuencia, el parámetro ICER (‘incremental cost effectiveness ratio’) es sencillamente imposible de calcular.

      En tales condiciones, ningún país serio puede incorporar semejante ‘high-tech’ en una región pequeña. Somos el 1% de la población española, en un ‘pico’ más bien periférico, y sin duda existen mejores opciones logísticas. Yo, con mis impuestos, no quiero abonar aventurerismos: prefiero subcontratar los servicios en unidades mediante un proceder bien conocido: la derivación de enfermos.

      De hecho, Cantabria viene derivando TODOS los niños con cáncer pediátrico (tumores sólidos) al Hospital de Cruces. Sencillamente, no tenemos la masa poblacional suficiente para albergar una unidad de cáncer pediátrico. No tiene sentido gastar una enormidad (ni siquiera sabiendo cuánta enormidad) en UN aspecto del cuidado oncológico, pues en todo caso la protonterapia no es más que UN aspecto.

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  3. Interesante análisis. Me atrevería a decir que demasiado racional para el país en el que vivimos. Si aquí no se ve con malos ojos gastarse 500 millones en ministerios que no sirven para nada, imagínese gastarse 100, para curar el cáncer infantil…

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      • Ciertamente habría que cuestionar no pocas partidas presupuestarias para departamentos ‘administrativos’ que no administran gran cosa, ni siquiera a sí mismos, pero a fin de cuentas esos departamentos obedecen a una INERCIA histórico-estatal y ya se dan por ‘descontados’.

        Sin embargo, las nuevas dotaciones, especialmente las de muy alto coste, no ‘caben’ en el presupuesto ‘arrastrado’ de ejercicios anteriores, sino que requieren inyecciones EXTERNAS de origen privado. (El Hospital Universitario ‘Marqués de Valdecilla’ no se llama así por casualidad, ni es casual que el Banco Santander lo haya dotado con muy numerosa maquinaria.)

        ¿Es verosímil que un inversor privado ‘inyecte’ dinero sin saber cuánto dinero, ni durante cuánto tiempo ni con qué plan de amortización? No, no lo es. Precisamente ahí radica el fracaso del ‘proyecto’ de Valdecilla, que en realidad nunca fue tal porque nunca hubo un esquema nítido de financiación y los supuestos ‘empresarios interesados’ nunca fueron otra cosa que fantasmas. En cuanto la verdadera y sólida empresa (la Fundación Amancio Ortega) ha entrado en el asunto, se ha puesto de manifiesto que Cantabria NO es destino adecuado, por elementales razones demográficas y logísticas.

        En definitiva, tu noción de que la batalla está perdida puede ser cierta en lo tocante al sector público (el monstruo de las galletas que todo lo engulle), pero no es tan evidente cuando el sector privado revisa los números: ahí, cuando ALGUIEN se juega SU dinero, la racionalidad asoma la cabeza como por ensalmo.

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